Se nota por el gentío que llena las principales calles de Zamora. Son dos los reclamos fundamentales, las Ferias de la Cerámica y del Ajo, pero también, los toros y el bullicio callejero que proporcionan las actividades al aire libre. En tiempos de crisis hay que ser muy cuidadosos y mirar con lupa en qué y dónde se invierte el dinero público. Se puede contentar a todo el mundo sin grandes desembolsos. A mí me gustaría que se recuperaran aquellas famosas galas que tenían al parque del Castillo como marco y por las que desfilaron la flor y nata del mercado discográfico. Incluso dos ventrílocuos, José Luis Moreno y Mari Carmen y sus muñecos.

Recuerdo que tuve el placer de entrevistar a un dicharachero y simpático José Luis Moreno, dependiendo de la pregunta que le formulara así me contestaban él o sus conocidos personajes: Rockefeller y Monchito. ¡Qué noches aquellas! Los Relámpagos, Julio Iglesias, Raphael, Patxi Andión, Isabel Pantoja, Juan Bau, Nino Bravo, Paloma San Basilio, Conchita Bautista, María Dolores Pradera, Sergio Dalma, la sin par Rocío Jurado, qué mujer más entrañable, más cariñosa y más maravillosa a la vez, estaba casada entonces con Pedro Carrasco que la acompañó en una noche lluviosa que a punto estuvo de estropear su concierto. Y con ellos todos los que entonces alcanzaban el "number one" del "hit parade".

Tengo para mí que ciertas voces, debido a sus cachés, hoy serían impensables, de ahí que haya que tener y poner mucho cuidado en según qué eventos, siempre y cuando dependan de la aportación pública. Pero es bueno recordar que las fiestas de San Pedro en Zamora tienen un pasado glorioso. El del auge de las dos ferias más emblemáticas que hunden su raíz en el corazón de la fiesta, y que no son otras que la alfarería y el ajo. La primera se lo debe todo al querido profesor Herminio Ramos. La segunda, merece un monumento, de esos que se echan en falta en Zamora, al agricultor y a esas ristras de ajos con las que forman montañas y montañas de picante olor en las Tres Cruces.

Me parece que había un proyecto precioso, creo que de Ricardo Flecha que, quién sabe, algún día podría materializarse en bronce y hacerle la competencia a las tres cruces que dan nombre a la larga y ancha avenida. Los ajeros zamoranos se lo merecen, por su constancia, por hacer realidad con su presencia una feria que, afortunadamente, Caja Rural mima y no permite que agonice, que se venga abajo como tantas de nuestras tradiciones que han ido a menos con el paso de los años. Alabo la sensibilidad de Feliciano Ferrero, esa gran persona, secretario general de la Fundación Caja Rural, zamorano de pro, amante de las tradiciones y costumbres de Zamora en las que se vuelca cuando procede, como ahora. Anda que, gracias a su interés, no ha cambiado poco la estancia de los participantes en la feria. Se les ha dotado de la dignidad que le faltaba. Y eso hay que reconocerlo públicamente.

Estamos de fiesta. Lástima que lo bueno dure tan poco. Así y todo, a divertirse tocan. Para ello no es necesario ahogarse en alcohol. Pero ese es otro cantar que tendrá su correspondiente día.