Puede que alguno de los casi 700 nuevos votantes que se estrenan en el censo electoral de Zamora este domingo se pregunte por qué acudir a las urnas unos meses después de contemplar, desde la barrera, el fracaso de unos comicios que deberían haberle dado a España un Gobierno estable y que la sumió aún más en el caos. Puede que sean víctimas de ese desgaste que acusan sus mayores, tal y como indican las encuestas, o que ellos mismos se muestren escépticos ante la incapacidad demostrada por los partidos, los viejos y los nuevos, para anteponer los intereses de todo un país a los suyos propios. Tal vez se cuestionen la validez del sistema democrático porque cuentan con la enorme ventaja de haber crecido en él y, por tanto, ese cansancio extendido por toda la sociedad les impide apreciar las bondades, pero sí subrayar los defectos.

Esa podría ser una primera razón que anime tanto a los jóvenes como a los más mayores a salir este domingo de sus casas camino de las mesas electorales. Con todos esos defectos, ningún otro sistema deposita la máxima soberanía en el pueblo. Y los cambios y correcciones que deban hacerse en pro de su perfeccionamiento deberá ser necesariamente desde dentro, contribuyendo entre todos los que forman una sociedad que aspira a tener garantizados sus derechos más elementales. Introducir la papeleta en la urna simboliza el primero y más básico de ellos: decidir quién queremos que lidere la necesaria evolución social durante los próximos años.

Nos encontramos ante un escenario que anuncia la confirmación de la ruptura del bipartidismo, como ya ocurriera el 20 de diciembre. La diversidad de las diez candidaturas al Congreso que concurren por esta provincia ofrece un amplio abanico para que, en conciencia, cualquier zamorano pueda elegir en quién deposita su confianza. Por supuesto que la abstención es otro derecho que garantiza la democracia española, pero los retos que afronta la provincia son demasiados para tomarse a la ligera esta trascendental cita del 26J. Ni esos 700 jóvenes incluidos en el censo electoral por primera vez, ni sus padres o abuelos quieren pasar a integrar las listas de la emigración que continúa desangrando esta provincia. Que se encuentra con un censo de 173.000 habitantes con derecho a voto, pero cuya población empadronada apenas supera los 180.000, lo que da una idea del grado extremo de envejecimiento que afecta, sobre todo, a la Zamora rural. De ellos, más de 19.000 residen en otros países y otros cientos de personas en grandes ciudades como Madrid.

Pero el hecho de que se haya incrementado el voto por correo con respecto a la última convocatoria habla también de que esos mismos zamoranos que se encuentran fuera de la provincia, cientos de ellos, ahora bajo la amenaza directa del "brexit", mantienen, e incluso incrementan, su grado de compromiso con su tierra. Que aguardan soluciones que los devuelvan a su provincia con una oportunidad para ganarse la vida dignamente. Y que esas medidas necesitan una base legislativa cuya elaboración dependerá de los integrantes de las dos Cámaras parlamentarias cuya formación se decide hoy.

Depositando el voto, los zamoranos expresan su esperanza y al mismo tiempo sus demandas a los candidatos, como lo han hecho colectivos diversos en las páginas de este diario mientras los partidos estaban inmersos en una campaña que no han abandonado desde las elecciones europeas de 2014. Ideologías y matices aparte, jóvenes y mayores cuya opinión fue pulsada desde el periódico, coincidían en la clave para la prosperidad de esta provincia: creación de empleo y de oportunidades.

Quienes salgan hoy elegidos como diputados y senadores por Zamora firman virtualmente un contrato que no deben incumplir, porque en una provincia que pierde habitantes al ritmo de más de 2.000 al año, lo que está en juego es la pura supervivencia. Esos jóvenes que se convierten hoy en ciudadanos de pleno derecho, los mayores que lucharon para que el pueblo tuviera en sus manos el poder de decidir su destino deberían pesar como una losa sobre las conciencias de quienes esta noche celebren la victoria. Porque hay mucha labor por delante y ya no se puede perder más tiempo.

Esos más de 173.000 electores llamados a las urnas, voten a quien voten, siguen apostando por una provincia en la que, a pesar de todas las dificultades, hay empresarios que desafían los tiempos de incertidumbre. Empresarios que necesitan una Administración eficaz y que les dé la mano, que no ponga obstáculos burocráticos y que ayude en la imprescindible creación de puestos de trabajo. Una Administración que debe velar porque sus contribuyentes tengan un sistema impositivo equilibrado y justo, unos servicios básicos adecuados al siglo XXI tanto para quienes viven en las grandes ciudades como para los vecinos de los pueblos más recónditos de la provincia.

Es más, necesitamos unidad sin reparar en colores políticos. Zamora necesita de un gran acuerdo y lo que sobran son las zancadillas y los empujones para salir en la foto o sacar del marco al contrario. Ese fue el mensaje lanzado desde la ciudadanía que, a la vista de los resultados, nadie quiso oír hace seis meses.

El electorado se manifiesta cansado, sí, pero no de la política. La política es la base que sustenta desde la asistencia sanitaria a la educación. Si ha mostrado hastío en estos largos meses se debe a que, una vez más, quienes se erigen en sus representantes suelen colocar otros intereses por encima de los generales de la provincia. Hoy, el generoso electorado zamorano les brinda otra oportunidad para que demuestren que, verdaderamente, están a la altura de lo que su tierra les demanda.