Lo es, por partida doble, triple, cuádruple y las que hagan falta, Alberto Durán Andrés, el torero zamorano de Villamor de los Escuderos, por el que la afición taurina de la tierra siente un enorme respeto y un gran cariño. Alberto Durán es de los que se viste por los pies, de los que pisa la realidad a ras de suelo, sin envanecerse, sin habitar la nube de la que otros no bajan, sencillo, cabal, cercano, de los que llama pan al pan y vino al vino, sensato, valiente y muy torero. De los que cada vez se dan menos. Alberto Durán nos tiene atrapados a todos los zamoranos por el corazón y por la admiración que le profesamos.

Por eso resulta, cuando menos chocante, que nuestro diestro no forme parte de ninguna terna en las presentes Ferias de San Pedro. Ha sido una tremenda falta de sensibilidad hacia la afición taurina de Zamora. Hay quienes lo han calificado de "indigno". Los zamoranos somos así. Nos dejamos dar hasta en el carné de identidad. En otras plazas, más y menos importantes que la nuestra, ya se habría montado la marimorena de ocurrir algo igual.

¿Dónde están, que no han dicho esta boca es mía, los que blasonan de taurinos y de zamoranos? Haylos que a la chita callando, han mandado el abono de todos los años a freír espárragos en señal de desacuerdo. Algo han hecho, desde luego, frente a los de la inercia de la nada. No hay derecho a que en los carteles no se haya tenido en cuenta a este matador que no va pa grande porque ya lo es. A mí me extraña que el empresario del coso zamorano, hombre de acrisolada trayectoria, muy detallista, no haya tenido en cuenta la sensibilidad de la afición zamorana.

Con toda la importancia que tienen los nombres de los diestros que forman los carteles, para mí han dejado de tener interés desde el momento en que se hicieron públicos y Alberto Durán no figuraba entre ellos. A Zamora le nace un buen torero cada demasiado tiempo. Ahora que tenemos uno del que podemos presumir, al que podemos emparejar con cualquier otro, nos hacen este feo, que ha sido muy feo. Descuide usted que ni los más avezados taurinos, los defensores a ultranza de lo nuestro y de los nuestros, serán incapaces de hacer un feo a la empresa no asistiendo a la cita torera.

Alberto Durán sabe lo que es salir a hombros y cruzar la puerta grande por méritos propios. Lo que no creo que entienda, siendo tan buena gente como es, que se le desprecie de esta forma en su propia tierra. Su pundonor, su valentía, su bonhomía, le impiden albergar sentimientos ajenos a la nobleza que acredita este torero de raza al que se le debe una reparación urgente por parte de la más que prestigiosa empresa de la Plaza de Toros de Zamora, y de esa afición a la que se le llena la boca con su nombre, es decir, los teóricos, pero que a la hora de actuar en consecuencia, es decir, la práctica, se quedan tan oreados.

No sé si va en los genes o en la idiosincrasia de los zamoranos, esta especie de pasotismo, esta manía de poner la otra mejilla, de callarse, conmigo que no cuenten, al César lo que es del César y Alberto Durán lo que del diestro zamorano es, la oportunidad de volver a revalidar su categoría en casa. La categoría de un genuino torero, torero, torero.