Cuando faltan pocas horas para la repetición de las elecciones legislativas del pasado 20 de diciembre, la pregunta a responder (a la vista de los sondeos previos) es la misma que hace seis meses: ante un parlamento fragmentado, ¿será posible configurar una mayoría de Gobierno mínimamente estable y coherente?

Primero, dependerá de si se cumple lo que vienen anunciando la mayoría de encuestas: el "sorpasso" o adelanto de la izquierda emergente de Unidos Podemos (liderada por Pablo Iglesias) al atribulado PSOE de Pedro Sánchez. En caso de producirse (y si dicho bloque llega a 170 escaños, a seis de la mayoría absoluta, conseguibles con la colaboración del PNV), ¿aceptarían los socialistas investir como presidente del Gobierno a un Iglesias más ensoberbecido que en diciembre?

Hasta ahora, la respuesta dada por Sánchez es que el líder de Podemos no será presidente del Gobierno y tampoco apoyará a un Gobierno del PP, liderado o no por Mariano Rajoy, en pro de la estabilidad (tal como querrían los poderes establecidos -aquí, en Bruselas y en Berlín- y los mercados financieros). El problema, para Sánchez, es que tampoco sabe si seguirá siendo secretario general de los socialistas (en caso de que su partido pierda más escaños de los tolerables).

Por si fuera poco, el escándalo final de las escuchas a independentistas catalanes, que afecta al ministro del Interior, añade más niebla a un panorama confuso, mientras cunde la sensación (ante la insuficiencia de escaños y los vetos de unos y otros) de que pueda entrarse en un nuevo período de interinidad? que conduzca a unas terceras elecciones. En todo caso es probable que, una vez sabidos los resultados, la bruma siga sin disiparse.