La campaña electoral del Partido Popular se está caracterizando por el mensaje del miedo, del que el expresidente Aznar el de las Azores ha hecho enseña máxima con aquello de comparar la conquista del paraíso -según dijera el líder de Podemos- con el retorno al infierno del conflicto violento. Varias generaciones de españoles dejaron de vivir en libertad por culpa del sentimiento del miedo, impuesto por la dictadura franquista a base de fusilamientos y cárcel, por lo que recurrir al mismo califica de por sí a quien trata de fomentarlo ochenta años después de aquella tragedia llamada Guerra de España.

Junto con el miedo y el fantasma de los malos, así calificados por el presidente del Gobierno en funciones en un derroche de infantilismo político verdaderamente sonrojante, la campaña electoral del partido de la gaviota también ha pecado de chabacanería y simpleza en sus vídeos -el último de La Sonrisa puede que haya sido insuperable en este aspecto-, en lo que también han colaborado algunos medios y programas como el de Pablo Motos.

Después de haber eludido asistir a otros espacios televisivos como el de "La sexta noche", en donde don Mariano Rajoy debía responder a las preguntas de los ciudadanos del mismo modo que lo hicieron sus adversarios políticos, el señor presidente del Gobierno en funciones no tuvo reparo en acudir a "El Hormiguero". Sus razones tenía. Tal como hiciera con el candidato de Ciudadanos a La Moncloa, Albert Rivera, Motos se mostró sumamente amable con el señor Rajoy, llevando a cabo el correspondiente masaje a base cuestiones mansurronas, a las que don Mariano respondió con plácido acomodamiento. En esa camaradería entre el presentador del programa y su entrevistado no faltó el tuteo, para hacer aún más deplorable la interviú". No sé por qué Rajoy no ha ido todas las semanas a hablar con Pablo Motos en "El Hormiguero", tuiteó con ironía mi estimada colega Lucía Méndez. "Ha perdido cuatro años preciosos".

La amable entrevista se emitió, además, el mismo día en que se supo que el ministro del Interior hizo de su departamento una oficina de conspiración contra los partidos independentistas catalanes. Motos resolvió tan escandalosa y grave noticia con una pregunta más que blanda, que permitió a su entrevistado situar la cuestión en el delito de la grabación en el despacho del ministro, víctima de tal alevosía, sin que el presentador se atreviera a replicar con la petición de cese de Fernández Díaz que habían exigido esa misma mañana los demás partidos políticos.