Estoy muy de acuerdo con mi amigo José Álvarez de Paz, político socialista ponente de importantes leyes en el Congreso de los Diputados y en el Parlamento Europeo, cuando manifiesta que: "Para los socialistas no debería ser tan difícil presentarse ante los ciudadanos y decir insistentemente que el saldo de la última etapa de gobierno del PSOE en España fue positiva, también en el empleo. Se crearon más empleos en la primera legislatura con Solbes al frente de la economía que los que destruyó la crisis de la que nadie vio su naturaleza y dimensiones. No debe ser tan dificultoso que los ciudadanos le pregunten a Rajoy si vio él venir la crisis y por eso nombró ministro de Economía al responsable de Lehman Brothers para España y Portugal, y de Hacienda o a otros socios responsables de lo mismo, como a Báñez de Trabajo, Wert de Educación, a Mato de Sanidad? No tiene que ser tan arduo decir claramente que el PSOE no puede responsabilizarse de dar el Gobierno de España a un partido enmaridado estructuralmente con la corrupción. Tampoco el PSOE tiene que prestarse a facilitar el gobierno a aventureros sin ninguna experiencia de gobierno dispuestos a parcelar una España alejada de Europa".

Y digo yo, y otros, que ahora algunos como Podemos y su líder se han trasvestido en socialdemócratas para las elecciones y para no espantar a los votantes progresistas y moderados. Ahora resulta que tampoco los referendos independentistas son una línea roja. O que Zapatero es el mejor presidente de la historia. Eso sí, para los debates en la universidad siguen siendo comunistas-leninistas de toda la vida.

Es evidente que la larga y casi permanente exposición de los responsables políticos en la plaza pública lleva consigo más peligros que los deseados. Entre otros riesgos porque se pueden agotar los argumentos, los proyectos y propuestas, cuando estos están teñidos de demagogia populista, pero sobre todo cuando estos argumentos se improvisan, como le está ocurriendo a determinadas formaciones políticas.

Así pues, nos encontramos con dos propuestas programáticas, una la del Partido Popular, que es de bloqueo y por lo tanto de continuidad, es decir, más de lo mismo, sin ninguna posibilidad de salir de la situación dramática en la que se encuentra nuestro país, en relación con la iniquidad de la desigualdad, los recortes de todo tipo, sobre todo en los derechos y libertades que conquistó nuestra sociedad con los gobiernos socialistas. Sin aportar ninguna respuesta a los graves problemas del empleo cuantitativo y cualitativo, tampoco conocemos qué salida propone el PP para afrontar con decisión los problemas territoriales, con especial atención a la cuestión catalana, sin haber reconocido que es una cuestión española que nos afecta a todos, y más bien creando un clima que facilita la aparición de nuevos nacionalistas.

Por otro lado, tenemos la otra oferta electoral que nos ofrece un nuevo modo taimado de proceder. El talante de Podemos, es decir del señor Iglesias, se corresponde inevitablemente con el chavismo que ellos socorrieron y asesoraron. Haré mención a algunos de los resultados, en el orden práctico, por ejemplo, la minusvaloración y respeto de las normas más elementales y como consecuencia el atropello y ausencia de acatamiento a las instituciones constitucionales y por lo tanto democráticas. Todo ello transido por un hiperliderazgo con vocación caudillista. Por cierto, que puede ocurrir que Maduro les reclame daños y perjuicios a los politólogos asesores en la elaboración de la Constitución Bolivariana. Lo digo porque el brillante hallazgo populista de incluir en la misma el precepto del llamado referéndum revocatorio está sirviendo en estos momentos para que la oposición lo utilice. Al tiempo que el Gobierno venezolano está poniendo todo tipo de dificultades.

Naturalmente, este tipo de antecedentes no son credenciales recomendables que permitan augurar una futura trayectoria democrática, por mucho que declaren los de Podemos que han pasado del leninismo cuando eran jóvenes y ahora que son mayores se abrazan al socialismo democrático, o socialdemocracia.

Evidentemente no será fácil investir al nuevo presidente y formar gobierno. Aunque lo más complicado sería gobernar con alguna de estas formaciones políticas: Partido Popular y Podemos. Aunque hay que reconocer que entre ellos -Rajoy e Iglesias van de la mano- sí se entienden, como han demostrado, naturalmente en el intento de deteriorar al Partido Socialista Obrero Español.

Sean cuales sean los resultados electorales, serán los ciudadanos quienes decidan los posibles acuerdos o pactos para la formación del nuevo gobierno. Mientras tanto no podemos estar de acuerdo con quienes dividen a los ciudadanos españoles entre "buenos y malos" (Rajoy dixit). O quienes establecen esa curiosa acepción, "los de abajo y los de arriba", del señor Iglesias.

Por todo ello tenemos que volver a las reflexiones de Álvarez de Paz, recordando a los tradicionales amigos y votantes socialistas que los grandes avances en la modernización y desarrollo de España son obra de todos los ciudadanos españoles, de la mano del PSOE, o al revés.