Leí hace unos días este cartel en un bar madrileño: "Los frutos prohibidos del Edén son las llaves de la libertad". Lleva una manzana mordida y firma ininteligible. Y en otros bares: "Hoy es un día precioso; ya verás como llega alguien y lo jode". "La felicidad no es hacer lo que uno quiere, sino querer lo que uno hace". No está firmada, pero la frase es de Jean-Paul Sartre. "We can be heroes just for one day" (Podemos ser héroes solo por un día). Firmado por David Bowie. "Cuanto menos bulto, más claridad". "Un día sin sonreír es un día perdido", Charles Chaplin. "¿Por qué se tarda solo un minuto en decir hola y toda la vida en decir adiós?". "Te pasas la vida esperando que pase algo y lo único que pasa es la vida".

En los servicios de caballeros hay escritos y dibujos de toda índole, por lo general impúdicos. No me referiré a ellos. En la taza de un retrete en una cafetería de la avenida de los Andes (Madrid) vi dibujada una araña negra; me asusté. Era una indicación para orinar sobre ella. En el retrete de un bar de la calle José del Hierro (Madrid) leí este letrero colocado encima de la taza: "Por favor, arrímese al inodoro. No la tiene tan grande como usted cree".

En el anverso del día 15 de febrero de 2016 del calendario del Corazón de Jesús, conocido popularmente como de taco y también como pequeña enciclopedia de los pobres, leí que Fhilogelos (literalmente, amante de la risa) es la recopilación más antigua de chistes; data del siglo IV y recoge 265 chistes escritos en griego. Entre ellos, el calendario cita un chiste que oí hace muchos años atribuido a un gitano. Dice: "Para ahorrarse unos dracmas, un hombre enseñaba a su burro a no comer. Cuando el animal murió de hambre, el hombre se lamentaba: ¡Qué mala suerte! Justo cuando había aprendido a no comer, va y se me muere".

Cuando trabajaba en la revista Mundo Negro, editada por los Misioneros Combonianos, se recibían algunas cartas con estos nombres: Misioneros Colombianos, Misioneros Combinados y Misioneros Camboyanos. Esto era un error; pero hay cambios intencionados, como cuando Iñaki Goirizelaia, rector de la UPV/EHU (Universidad del País Vasco / Euskal Herrico Unibersitatea) hizo cambiar el texto de la popular canción "Agur Jaunak" para la apertura del curso académico en Vitoria. En la versión de toda la vida del "Agur Jaunak", la letra, que es de autor anónimo, dice lo siguiente: "Agur Jaunak, agur t'erdi, danak Jainkoak egiñak gire, zuek eta bai gu ere. (¡Salud, señor!, ¡salud, señor!, ¡señor, salud y bendición! Todos igual somos de Dios, el creador y redentor ¡Salud, señor, salud y bendición deseo yo salud, señor.) En el nuevo texto se dice: "Agur Jaunak eta andreak, agur t'erdi; danak berdinak egiñak gire". Se añade la referencia a las mujeres en el primer verso, y se elimina la alusión a "todos igual somos de Dios", cambiándola por la de que "todos hemos sido hechos iguales". O sea, ni Dios creador ni redentor. Aprendí esta canción con la letra original a mediados de los años cincuenta del siglo XX en el seminario menor o escuela apostólica que tenían los dominicos en Corias (Asturias); este seminario es actualmente Parador Nacional.

He leído en El País digital que durante la Edad Media la presencia de animales en los juzgados era frecuente. Se asegura: "En Francia en 1386 se juzgó a una cerda que se había comido el brazo de un niño. Fue ajusticiada, pero el detalle impresionante es que compareció vestida de hombre y fue tratada como tal. En Pajares de la Lampreana un marrano se comió las manos de un niño en los años cincuenta del siglo XX. Los padres del niño, que de mayor vivió en Zamora y se dedicó a vender cupones de la ONCE, sacrificaron al cerdo y lo enterraron.

Ahora los animales están volviendo a los tribunales en circunstancias muy diferentes, aunque con un objetivo similar: ser tratados como personas. Varias asociaciones están abriendo causas en Estados Unidos y América Latina en las que reclaman que los grandes simios reciban el título de "personas no humanas".

¿Qué pasaría hoy con los animales de labranza? Me consta que a mediados del siglo XX en la Tierra del Pan estaba prohibido picar con el rejo de una vara a vacas y bueyes, no por deferencia o respeto a estos animales, sino para evitar dañar la piel, que se usaría, después de muertos los animales, para tapicería, bolsos, calzado, chaquetas de cuero, etc.