El domingo 26 de junio marcará un antes y un después en la historia democrática de España. Las razones son obvias: se supone que ningún partido político logrará la mayoría absoluta y que, por tanto, se necesitará alcanzar un pacto para investir al nuevo presidente del Gobierno de un país que lleva en funciones mucho más de lo deseado. El nuevo escenario será muy semejante al vivido hace varios meses, aunque ahora, según nos cuentan, nadie está dispuesto a que los ciudadanos vayamos de nuevo a las urnas. El problema está en que, a estas alturas, aún no conocemos con quiénes pactarán unos y otros. En cualquier caso, tras las votaciones, se impondrá un proceso de negociaciones mucho más intenso y también mucho más emocionante que el vivido hace unos meses, ya que los posibles pactos marcarán el futuro más inmediato no solo de las distintas formaciones políticas sino de sus actuales dirigentes.

Si a nivel nacional el panorama político está muy interesante, en Zamora, una provincia donde la derecha política ha campado a sus anchas gracias al apoyo que, salvo en ocasiones muy puntuales, le han brindado los zamoranos en las distintas elecciones generales, la expectación está en saber si el Partido Popular conservará el segundo diputado o si, por el contrario, se lo arrebatará Unidos Podemos. Como saben, de los tres diputados que nos representarán en las Cortes Generales, dos vienen siendo obtenidos por el PP y uno por el PSOE. Este reparto está favorecido por la dispersión del voto de los partidos de izquierda; sin embargo, en esta ocasión, la alianza electoral entre Izquierda Unida y Podemos estaría muy cerca de alcanzar un diputado con solo obtener los mismos apoyos que por separado alcanzaron el 20 de diciembre y con sumar algunos miles más. Si tal hecho se produjera, nos encontraríamos con un acontecimiento histórico de primera magnitud en una provincia cuyo perfil sociológico es mucho más conservador que la media nacional.

Por eso la campaña electoral en Zamora, aunque no se note en el ambiente, se está viviendo con aires casi dramáticos en el interior de las formaciones políticas que pueden ganar o perder parcelas de poder, principalmente en el PP y Unidos Podemos. En el caso del PSOE, su escaño solo peligraría en el hipotético caso de que los apoyos recibidos sean inferiores a los obtenidos por la coalición situada a su izquierda. Pero si esa situación no se diera, podría perder unos cientos o incluso miles de apoyos y conservar su diputado actual. Sin embargo, esos hipotéticos apoyos malogrados, si se desplazaran hacia Unidos Podemos, conseguirían que el segundo diputado que ahora mismo tiene el PP terminara en las manos de la nueva coalición. Por tanto, la noche del 26 de junio es muy probable que en esta provincia nos acostemos con un triple empate en el reparto de diputados, que no de votos. Y si tal hecho se produjera, no me negarán ustedes que no abriría un nuevo tiempo en una provincia que espera con expectación la decisión de los ciudadanos.