Cada muy pocos días, muchos menos de los razonables, nos llegan noticias espantosas de masacres muy contrarias a la intención de quienes resultaron víctimas. En esto, tal vez, los Estados Unidos de América del Norte se lleven la palma, acaso por un exceso en la pretensión de alcanzar la libertad. Recuerdo a este propósito las palabras del presidente Suárez cuando reprobaba una pretensión irracional: "No es admisible pretender tener en nuestra patria, a la vez, el orden de la Unión Soviética y la libertad de los Estados Unidos de América" (estoy casi seguro de haber repetido a la letra sus palabras). Se cita muchas veces a Aristóteles como defensor del "medio" en la virtud. Siempre he preferido la opinión de Aristóteles en cuestiones filosóficas; en esto lo sigo a rajatabla, "cuando los extremos son viciosos". Siempre que los extremos supongan un perjuicio, la virtud ocupa el punto medio.

Aplicado a la libertad, todos los que pretendemos una vida "liberal" entendemos que debe cultivarse a toda costa; pero no hay que incurrir en excesos lamentables y hay que estar muy vigilantes para que se respeten los justos límites. Para empezar bien, en el juicio sobre los sucesos hemos de pensar muy bien hasta dónde atribuimos la culpa a quienes consideramos responsables en alguna medida. Por eso no es lo mismo aplicar los criterios de responsabilidad subsidiaria en una masacre ocurrida en un colegio (caso que se ha dado en los Estados Unidos en varias ocasiones) que aplicarlos en el reciente episodio de una discoteca en Orlando. El caso de Orlando puede compararse con el que ocurrió en Madrid con el caso Arena, salvadas las evidentes diferencias. En ambos casos la posible equiparación de responsabilidades está en la permisión, por parte de los padres, de que los menores acudan a lugares de ocio y prolonguen esas actividades hasta avanzadas horas de la madrugada. La diferencia evidente se halla en que en Orlando la masacre, mucho más grave también en el número de víctimas, se produjo por disparos y en Arena se debió al aplastamiento por exceso de concurrencia, algo parecido a lo que ocurrió hace muchísimos años en el número 20 de la calle de Alcalá.

La posible imputación de los Estados Unidos en Orlando se puede comparar a lo ocurrido en los colegios: la permisividad que existe en aquella nación sobre la adquisición y tenencia de armas puede influir en la posibilidad y frecuencia de los atentados a la calma y disfrute de la legítima libertad. En España no es tan fácil que ocurran iguales hechos, porque es ilícita la tenencia de armas en personas no especialmente autorizadas; y las personas autorizadas que poseen armas ya tienen un cuidado escrupuloso para que no estén al alcance de los menores que puedan abusar de las circunstancias.

Lo que permite comparar aquello que ocurre en los Estados Unidos con lo ocurrido en Arena (por ejemplo) es la actitud de los padres en uno y otro caso. Cuando las ansias de libertad no estaban tan bien vistas en España -y las leyes estaban muy atentas a ello- los padres no permitían, con la frecuencia actual, que sus hijos asistieran a actos multitudinarios que llegaban hasta muy tarde. Y, ahora mismo, hay padres que permanecen "levantados" hasta que regresa el hijo, quien deberá hacerlo a una hora prudencial; con lo que se excluye una permanencia en el lugar de expansión más allá de la usual para la retirada de sus padres a descansar. Parece -es una opinión- que los padres de antes y algunos de ahora se ocupan más de su propia responsabilidad en la vida de los hijos, incluso en lo que se refiere a las diversiones.

Vaya por delante que no pretendo eximir -ni siquiera disculpar en el mínimo grado- al ejecutor de la barbaridad de Orlando. Es reprobable al 100% y su responsabilidad es total en la masacre. Lo único que quiero dejar claro -en éste y en casos similares- es que los padres han de tener un exquisito cuidado en elegir los lugares de expansión de sus hijos y colaborar para que las condiciones de seguridad lleguen al 100% en la totalidad de los casos. Una pocas muertes quizá sean inevitables; pero 50 muertes y más heridos necesitan una falta muy notoria de las medidas de absoluta seguridad, que las autoridades deben procurar y los padres tienen obligación de comprobar antes de permitir la asistencia de sus hijos a esos lugares.