Como en aquellas elecciones andaluzas en las que se dio a los socialistas como difuntos y acabaron gobernando tras sobrevivir a la pinza de populares e Izquierda Unida, Pedro Sánchez, con una moral indestructible, aspira a desmentir los pronósticos. Era una situación similar a la de ahora en todos los extremos salvo dos: la primera, que no hay constancia de que Rajoy y Pablo Iglesias cenaran en casa de alguien para pactar el acoso al PSOE, como en aquella cena (o varias) de Aznar y Julio Anguita con Pedro J. como anfitrión. Y la segunda, que el propio Anguita, por el que Pablo Iglesias siente devoción, azuza la pinza mientras que Aznar estima ahora que es un mal negocio para España polarizar de este modo las elecciones. Quizá es rentable a corto plazo para el PP pero malo para el país, comenta el expresidente.

Pero la pinza ya está aquí y se siente. Quienes han tenido oportunidad en las últimas semanas de participar en reuniones en las que estaban presentes varios partidos, cuentan los guiños y complicidades entre populares y podemitas aliados sin rubor en detrimento de los socialistas y, de paso, contra Ciudadanos. Por ejemplo, en algunos consejos autonómicos de la Televisión pública a la hora de pactar la cobertura de la campaña electoral. Y podríamos dar más ejemplos presenciados personalmente.

Estas encuestas no se entienden bien: es una paradoja que haya un clamor popular en favor de pactos entre los partidos para que formen gobierno y que después, según los sondeos, se castigue especialmente a quienes lo intentaron, para apostar políticamente por los extremos que nunca estuvieron por el acuerdo.

Algo falla: o los políticos, según la ciudadanía; o la gente porque vota mal, según algunos políticos, o las encuestas. Una de las tres. En el caso de aquellas memorables elecciones andaluzas en las que se venció a la pinza, el error resultó estar en los sondeos. Y esta vez, quizás también, lo que resultaría comprensible a la vista de que cada vez se consulta a menos personas porque hay menos dinero disponible, y que el rechazo de las muestras elegidas es creciente. El hartazgo ciudadano por el estancamiento de la política lo detectan alarmados los encuestadores.

Lo que sucede es que las encuestas también mueven voto y logran que entre en funcionamiento la denominada "espiral del silencio", en razón de la cual muchas personas acaban votando en favor de la mayoría pronosticada por no quedar en fuera de juego. No hay que descartar, sin embargo, que un sector del electorado alejado del PSOE acuda finalmente en su auxilio porque no le gustaría presenciar el famoso "sorpasso" por el cual Pablo Iglesias quedaría como mejor colocado para formar gobierno por encima de Pedro Sánchez. "Si me siguen calentando con la pinza a mi electorado dormido, igual me lo despiertan", confía el senador Óscar López. En el otro lado de la izquierda, la diputada Carolina Bescansa, la mejor analista de encuestas que es a la vez candidata, advierte a Podemos que frene su euforia porque puede volverse en contra.

En esa situación, el PP se reclama como alternativa a Podemos desconsiderando a Sánchez, mientras Sánchez y Rivera se presentan como los que pueden parar a Pablo Iglesias, ahora disfrazado de socialdemócrata y de patriota, pero aliado con la izquierda comunista -que está en su derecho de calificarse así- y con fuerzas independentistas, como Bildu en Navarra. Albert Rivera proclama el cambio a mejor, frente a lo que estima como cambio a peor de Podemos. Su compañera de partido Inés Arrimadas logró colocar esos argumentos con brillantez en el controvertido a debate del pasado jueves en Antena 3, en el que solo participaron mujeres. Ahora, el lunes 13, les toca a los líderes de los partidos. Tal y como están las cosas, este debate puede ser decisivo porque en lo único que coinciden las encuestas es en que hay casi un tercio del electorado que todavía no ha decidido a quién votar. Y muchos otros ni siquiera si van a votar. En ese debate los partidos se juegan mucho, más que nunca, para ganar a sus adversarios políticos, o, en el caso del PSOE, además, derrotar a las encuestas.