Falta un año para que el Estado proceda a la privatización de Bankia tal como indica la ley. La expectación crece mientras sector público y privado se lo disputan a la voz de "es uno de los nuestros"... Sin embargo, no está claro quiénes son los "nuestros" y tampoco, me temo, quiénes realmente somos "nosotros". Lo obvio es deducir que "nosotros" somos los contribuyentes, los que pusimos "la pasta" para el rescate de Bankia tras su histórico desastre financiero (la sombra de CajaMadrid y Bancaja era muy alargada). Y por tanto, nosotros somos los que nos hemos ganado con el sudor de nuestros impuestos la propiedad del todavía banco público Bankia. Lo ideal sería que el erario público ("nosotros", otra vez) recuperase los más de 19.000 millones que costó su reflotamiento (y los intereses, claro). Pero es posible que no haya tiempo para tan legítima intención: la normativa del Banco de España dictada cuando se creó el FROB obliga al Estado a devolver al sector privado cualquier entidad nacionalizada/intervenida en un plazo no superior a los cinco años. En el caso de Bankia, ese plazo caduca en 2017. Ese es el trato (o el truco, no sé).

En un año, si De Guindos no lo remedia, el Estado español deberá poner en el mercado el porcentaje de acciones de Bankia que aún no han sido colocado a inversores privados (un 65% del capital total) y confiar en que el bajo precio que impera en la actualidad en el conjunto de la banca española -todos menos Bankinter se hallan por debajo de su valor en libros- no se convierta en un gran regalo para el comprador que se quede con Bankia. Casi no es preciso decir -ni mucho menos rasgarse las vestiduras-, que la gran banca española (desconozco si la extranjera también), se encuentra a la espera táctica -"¡Bah! No nos interesa"- de que llegue el momento y saltar sobre Bankia para "poder crecer en Madrid especialmente y un poquito en Valencia", mediante la relevante cuota de mercado en esos dos plazas que ahora posee Bankia. Resulta llamativo que las entidades consultadas por el que esto firma insisten en su desinterés por la compra reconociendo al mismo tiempo que la adquisición de Bankia representaría para cualquiera de ellos una signiticativa mejora de posición en la capital de España, el rompeolas de los grandes negocios de esta parte del continente.

En realidad, la gran banca nacional también cree ser "nosotros", y que Bankia debe ser "uno de los suyos" porque -argumenta- no tiene sentido su competencia dentro de la industria financiera nacional desde la protección que le brinda el Estado y con el "pecado original" a cuestas de su capitalización pública. "Así cualquiera sale al mercado a competir y llevarse clientes de los demás", se lamentan los pobres banqueros privados.

Y esgrimen los fríos datos: según sus propios cálculos, la crisis financiera en España ha costado la escalofriante cifra de 170.000 millones de euros (casi 30 billones de pesetas). De esa cifra, 20.000 millones los habría puesto la banca directamente a través del Fondo de Garantía de Depósitos. Otros 50.000 habrían ido por cuenta del contribuyente y los 100.000 millones restantes habrían recaído sobre la anchas espaldas y no menos amplios beneficios de los accionistas de la banca, particulares, inversores institucionales, fondos, etc.

Bankia parece "condenada", pues, a su venta inmediata a bajo precio, pero parece que el Estado se guarda un as en la manga para intentar retrasar la operación y obtener mejor posición vendedora. Ese as se llama BMN (Banco Mare Nostrum), cuyo capital pertenece en un 65% al Estado y el resto a Caser, Ahorro Corporación, CajaMurcia, Baleares SaNotra y Caja Granada.

La intención del Gobierno, de acuerdo con Bankia, es solicitar permiso al BCE para proceder a la fusión de ambas entidades con mayoría pública y simultaneamente recibir un aplazamiento papara su privatización. Esta jugada "de maestro" permitiría a la entidad pública resultante de la fusión obtener un mayor valor de venta permitiendo al Estado, o sea, a nosotros, recuperar todo o al menos una mayor parte de los fondos invertidos en el saneamiento de ese grupo financiero. La propuesta ya está en Bruselas y la banca española se mantiene al tanto de la respuesta. Todos con cara de póquer, que no se note el interés.