Igual que el bipartidismo parece haber llegado a su fin, otro tanto de lo mismo debiera ocurrir con el bisindicalismo, palabro que me he inventado pero que refleja bien a las claras la situación sindical en España. Comisiones Obreras y UGT. Unión General de Trabajadores y CC OO, y después de ellos, nadie más. Los dos sindicatos de clase de España cuentan con los mismos defectos y vicios que los partidos políticos. Cierto que, mientras la financiación de partidos y centrales sindicales provenga de las subvenciones y ayudas del Estado, no interesa que aparezcan en el mapa sindical otros sindicatos nuevos. Ya hemos visto que los partidos que han llegado abanderados en la transparencia y en el cambio no son de fiar y hay mucha opacidad en sus respectivos modos de financiación.

A lo mejor hay que empezar a plantearse que la financiación de unos y otros provenga de sus afiliados. Es la única forma de comprobar la mentira que acompaña el devenir de partidos y sindicatos. Por cierto, la última saltaba el mismo día en que se celebraba la jornada del trabajo. El titular, demoledor: "Comisiones Obreras y UGT reciben cerca de tres millones de euros por una función que no realizan". Función que, al parecer, está vinculada a la representación puramente sindical. Ojo al dato porque esos cerca de tres millones de euros salen del bolsillo de los contribuyentes y tanto Comisiones Obreras como UGT perciben como subvención por los miles de delegados sindicales "fantasma" que una y otra central sindical mantienen en la sombra.

Esto hay que corregirlo. Como en otros países, no sé si de nuestro entorno o más alejados, los sindicatos deberían financiarse con las cuotas de sus afiliados, con su propio trabajo, montando el chiringuito de forma que no resulte oneroso para quienes no han estado, ni están, ni estarán nunca afiliados a sus siglas. Lo que está ocurriendo con los dos sindicatos de clase españoles no permite pensar en nuevas centrales si es que van a seguir con el momio, sin trasparencia alguna e imitando a estos dos modelos que de modélicos no tienen nada.

Tienen que empezar a funcionar de otra manera, no les queda otra si quieren volver a ganarse la estima y la admiración de los trabajadores, de todos sin distinción, no solo de los afines. Esas maquinarias enormes de gente y de burocracia que se han montado tienen que reducirse. Tres cuartos de lo mismo hay que hacer con los partidos políticos. Pero, ahora, y tras lo que se ha descubierto, le toca a los sindicatos. Entre uno y otro cuentan con unos 82.000 delegados "fantasma" que no tienen ninguna representatividad ni ocupación porque simple y llanamente las empresas en las que fueron elegidos ya no existen. Si esto no es una forma de fraude, de corrupción, que baje Dios y lo vea.

Estas y otras cosas son las que han empañado el cada vez más descafeinado Día del Trabajo. Que casi el 30% de los cerca de 280.000 delegados sindicales que hay en España sean representantes "fantasma" debiera poner colorados a sus líderes. No me extraña que algunos históricos, cuando les hablan de la situación actual de sus siglas del alma, se tapen la nariz. El actual sistema precisa de una regeneración al grito de ¡ya!