El jueves participé en una mesa redonda sobre propuestas para el mundo rural de Zamora, incluida dentro de las primeras jornadas sobre patrimonio y mundo rural que ha organizado El Cigüeñal, asociación para la defensa del paisaje. En la mesa redonda, que compartí con Luis Miguel Mota, Prudencia Garrote y José Lorenzo, y en los debates que se produjeron al finalizar nuestras intervenciones, se volvieron a tratar las cuestiones históricas que vienen ocupando y preocupando a los zamoranos desde hace ya muchas décadas: la despoblación, el envejecimiento, la fuga de jóvenes, la escasa mentalidad y de iniciativa para poner en marcha nuevos negocios, la ordenación del territorio, los problemas de acceso a servicios básicos, como la sanidad o los servicios sociales en zonas rurales, etc. Nada nuevo, por tanto, que no venga debatiéndose en Zamora durante las últimas cuatro o cinco décadas.

Como tampoco me sorprendió una de las preguntas que formuló desde el público un viejo conocido en foros, cursos y conferencias: ante los problemas de Zamora, ¿qué podemos o tenemos que hacer? La pregunta era muy buena, aunque la respuesta, como anticipé en la sala, no iba a estar a la altura de las expectativas creadas, dado que si yo tuviera las soluciones para dar la vuelta a la tortilla de nuestros problemas colectivos ya me hubieran dado uno de esos grandes premios que reciben los personajes más ilustres. Por eso, al menos deberíamos conformarnos con aplicar el método comparativo y, a partir de ahí, sacar nuestras propias conclusiones. Por ejemplo, si una de las lecciones más importantes de la evolución económica del mundo es que este ha progresado, fundamentalmente, mediante la acumulación de capital físico y humano, el desarrollo de instituciones eficientes, la apertura al exterior y, sobre todo, el desarrollo tecnológico, ¿por qué no sacamos alguna conclusión en estas tierras? Pero aún hay alguna más.

Algunos expertos creen que la calidad de las instituciones es el elemento fundamental para conseguir el crecimiento de una economía, por encima de la localización geográfica y la política económica; es decir, que existe una correlación elevada y positiva entre la calidad de las instituciones políticas y administrativas, el crecimiento económico y el bienestar de la población. En este sentido, no estaría mal preguntarse si la calidad de nuestras instituciones ha sido históricamente y está siendo en la actualidad la más adecuada para alcanzar lo que todos deseamos en esta provincia. En este sentido, no me queda más remedio que ser muy crítico con el funcionamiento de algunas instituciones públicas y privadas en Zamora, que han mirado mucho más por sus propios intereses que por los intereses colectivos, generando dinámicas clientelares y caciquiles, conductas muy dañinas y perversas que minan los procesos de confianza y cooperación en una sociedad. Pero de estas cosas casi nadie quiere hablar. Y así nos va.