Esta semana he asistido a un curso fascinante de formación para el profesorado, organizado por el Instituto Universitario de Ciencias de la Educación (IUCE), de la Universidad de Salamanca. El curso, que versaba sobre competencias emocionales y docencia universitaria, ha sido impartido por Ramón Cristobalena, experto en "coaching", inteligencia emocional y programación neurolingüística (PNL). Durante cuatro horas aprendí muchísimo, disfruté como un enano y, sobre todo, me sorprendieron algunas cuestiones que me gustaría compartir con ustedes. La primera sucedió en el minuto uno. Ramón empezó presentándose a sí mismo, relatando algunos antecedentes personales y profesionales relacionados, muy especialmente, con sus experiencias laborales en una de las entidades financieras más importantes, si no la que más, de este país. Su trabajo consistía en realizar seguros de vida, aplicando para ello las prácticas de venta más arriesgadas que uno se pueda imaginar.

Pues bien, aunque Ramón trabajaba en una entidad financiera de reconocido prestigio nacional e internacional, desempeñando tareas que le reportaban altas gratificaciones económicas, no era feliz. Por un lado, veía que algunas de las prácticas comerciales que se utilizaban para captar clientes eran éticamente reprobables. Y, al mismo tiempo, la vorágine del trabajo, la tensión y el estrés le impedían realizar otras actividades que le dieran más sentido a la vida. Puso el ejemplo de su hija, con quien apenas compartía minutos de juego o de estudio. Y un buen día, harto de lo que venía observando en su entorno, abandonó el barco de la comodidad económica y se enfrascó en otras aventuras personales y profesionales mucho más gratificantes. El campo donde aterrizó fue el de la formación de formadores, empezando de cero. Para ello asistió a decenas de cursos y talleres sobre esta materia, tanto en España como en otros países, principalmente en Estados Unidos, conociendo a los grandes expertos en estas materias.

En la actualidad, Ramón imparte cursos de formación sobre competencias emocionales a un público muy heterogéneo: desde profesores de Universidad, como es mi caso, hasta trabajadores, directivos y responsables de grandes multinacionales, empresas o administraciones públicas. Pero también ofrece sus conocimientos a los ciudadanos de a pie que puedan estar interesados en adquirir y poner en práctica nuevas habilidades técnicas que favorezcan el crecimiento y desarrollo personal. Hoy no cuento estas cosas para que ustedes contacten con él. Lo único que me interesa es compartir, a partir de su caso, la lección que obtuve con su relato inicial en el curso: no era feliz, aunque tenía acceso y podía disfrutar de numerosos recursos económicos y materiales. Y, sin embargo, decidió cambiar. Ahora se siente feliz, o al menos, en su manera de hablar y compartir experiencias y conocimientos, lo parecía. De donde se deduce que siempre tenemos la posibilidad de recuperar el tiempo perdido. O al menos de intentarlo.