Cuando hace poco más de un año los chicos de Podemos aparecieron en los telediarios lo hicieron difundiendo una idea bastante popular en la España actual sobre el valor moral, y la superioridad incluso, de un modelo social que parecía superar al del PSOE.

Los socialistas españoles estábamos orgullosos de haber creado en las últimas tres décadas un modelo único en la historia de España. Solo el PSOE había sido capaz de articular un modo particular de trabajo, de producción económica y de convivencia en solidaridad. Se trataba de una definición de fundamentos morales que colocaba la Justicia Social en el centro del conjunto de valores y que definía un modelo de Estado superior a cualquier otro. Quizás los socialistas tengamos que hacer algunas correcciones -pensé- porque si las prestaciones sociales del programa socialista son iguales, independientemente de los ingresos de cada uno, su origen y circunstancias personales, esa definición de fundamentos morales que proponían parecía ser superior, y redactada por un intelectual seductor que cualquiera con inquietudes sociales podría adherirse a él con su firma. Ha sido suficiente que haya surgido una situación de crisis para que hayan hecho trizas todo su argumentario.

El populismo recién patentado, según Fernando Savater, recauchutado cada amanecer, no trata de resolver conflictos sino mantenerlos vivos y animando la fiesta para dejar claro quién es el director de orquesta. Eso para empezar. Si con todo su líder no consigue el Nirvana sus seguidores harán los sacrificios necesarios a los dioses para que lo consiga.

Yo no esperaba que en mi vida tuviese que leer una "propuesta de acuerdo" tan aburrida, en realidad parece un ultimátum del Soviet, y la gente en los bares de mi barrio cuando aparece Pablo Iglesias refunfuña porque ya no se entiende nada de lo que dice. De un personaje encantador, pasó a Pepito Grillo, ahora, con no sé cuántos millones de votos, se ha transformado en un dios menor de truenos y tormentas.

Lo que más sorprende de los debates televisivos de hace poco más de un año es que entonces giraban en torno a la noción del Gobierno para implementar políticas de interés social, ahora ese debate se centra, exclusivamente, en el pensamiento de un maniático de la autoridad que oye voces en el aire. La deriva doctrinal de este personaje se ha convertido en un rompecabezas para los sociólogos. Quiere para sí los mismos poderes que tenía Stalin o Sadam Husein para reformar la Constitución a su medida.

Esta columna está escrita en playa Asia de Perú, al Sur de Lima, acabo de tener una tertulia con unos vecinos de mi alojamiento con vínculos comerciales con empresas del acero españolas, me dicen: "La prolongación del Gobierno de Rajoy está haciendo daño a España". Exactamente lo mismo que hoy me acaban de decir unos contertulios en Casa España en la avenida Salaverry de Lima.

(*) Concejal por el PSOE en el Ayuntamiento de Peñausende