Según las predicciones del futurólogo y matemático británico Ian Pearson, en diez años tendremos la posibilidad de practicar sexo con robots, y a mitad de este siglo, enrollarse con una máquina será más habitual que hacerlo con una persona. Pearson llega a vaticinar que en 2050 casi todo el sexo será con robots una vez que se rompan las reticencias iniciales, asegurando que "conforme vaya mejorando el comportamiento mecánico, la inteligencia artificial y la apariencia de las máquinas, los prejuicios se irán evaporando y la gente acabará conectando emocionalmente con los robots". Dada la dependencia que siento hacia mi lavadora, cuya existencia agradezco profundamente, puedo entender lo de la conexión emocional con una máquina. Si encima la máquina se parece al líder de los replicantes de "Blade Runner", Roy Batty, o al Gigolo Joe al que daba vida Jude Law en "Inteligencia artificial", no es tan descabellado que en apenas 35 años muchos sustituyan al amante por un androide, cuyas ventajas son innegables. Desde Japón ya han hecho algún intento de lanzar una muñeca robot en sustitución de las muñecas hinchables que, a su lado, parecen bastante limitaditas. En la publicidad anuncian que "siempre está excitada", un reclamo que no creo que usen con el otro sexo si no quieren convertir al robot sexual macho en una pesadilla. Pero hay otras ventajas. No ronca por la noche, y si ronca, lo apagas. Puedes ponerte el pijama de oveja y las bragas hasta la cintura sin miedo al rechazo. No creo que se pelee por el mando a distancia, y si se pelea, lo apagas. No te riñe por tomarte la cerveza sin usar posavasos sobre la mesa del salón, y si te riñe, lo apagas. Puedes programarlo para que te diga a todas horas lo guapísimo o guapísima que estás y lo inteligente que eres. Por muy real, joven y sexi que sea tu robot, no existe el peligro de que te abandone por otra persona, y si lo intenta..., ya sabes. Te puede leer por la noche o cantarte como Frank Sinatra si te buscas uno de calidad, no uno cutre. Lo puedes usar de chófer y, ya que estamos, que se encargue de la limpieza de la casa, de hacer la comida, de poner la lavadora o de lavar la ropa a mano; el robot sabrá. Puestos a crear un robot tan empático que entienda nuestras necesidades sexuales, puede ocuparse de ayudar a los críos con los deberes, de hacer la compra y, de paso, de ir a la oficina algún rato para que podamos dormir diez minutillos más. Si hacen todo esto, que no se preocupen en mi caso por el sexo. Los fabricantes, que construyan para mí un robot multiusos, que ya me ocupo yo de tener relaciones sexuales con un hombre de verdad.