En los últimos días he leído por foros, blogs y redes sociales un montón de felicitaciones por este triunfo de la gente contra la banca, como si el hecho de que Bankia devolviese a los minoristas el dinero de su salida a bolsa fuera un triunfo social.

Y nada más lejos de la realidad: Bankia devuelve el dinero porque no es suyo, ni de sus dirigentes, ni siquiera de sus accionistas. Ha decidido, ni más ni menos, que su pufo lo paguemos todos a escote, y lo devuelve a una serie de personas que invertían en bolsa con carácter especulativo. No es su dinero el que va a cambiar de manos. Es el nuestro, y va a ir de las arcas públicas, de los presupuestos de sanidad y educación, por ejemplo, a los bolsillos de toda esa gente que creyó que la privatización de una entidad pública era una buena ocasión para sacar rendimiento en la Bolsa.

No hay ningún triunfo social en todo esto. Se trata de más bien lo contrario. Se trata de un nuevo episodio de esa película que todos hemos visto en la que se privatizan las ganancias, porque si la cosa sale bien no rechista nadie, y se socializan las pérdidas, porque son las pérdidas las que hacen que la gente vaya al juzgado a decir que no entendió lo que firmaba, que lo engañaron, o que era lelo de nacimiento.

Cuando los dirigentes de Bankia decidieron devolver el dinero, no estaban pensando en claudicar, sino que ejercían una estrategia muy pensada por todo el sector, y que nadie parece querer ver:

1. Devolvemos el dinero porque no es nuestro. Con eso?

2. Alejamos a los responsables de la cárcel, porque una vez con su dinero en el bolsillo, los demandantes pasarán de todo y los culpables de este fiasco quedarán impunes. Y además?

3. Hundimos en la miseria al bufete de abogados que organizó todo esto, jorobándole las decenas de millones que pensaba ganar en juicios. Ahora ya no habrá juicios y no ganará un duro: para que aprenda que con nosotros no se juega.

¿Lo ven? Todo es beneficio para ellos. Todo es pérdida para nosotros?

Un exitazo.