Desde las pasadas elecciones de diciembre parece que no existiera otra cosa que el atolladero político en que estamos metidos. Los medios de comunicación lo muestran en sagas diarias de manera que esto parece "La historia interminable". Faltan dos días, pero ¿para una nueva cuenta atrás? Tampoco se encuentra más consuelo si uno mira el panorama internacional. Todo el mundo está atribulado y seriamente preocupado por la política y sus gobernantes. Apenas logran resolverse determinados conflictos e incertidumbres y ya están servidos en bandeja otros nuevos y peores.

Ya va siendo hora de que, tanto nuestros dirigentes como quienes tratan de serlo a toda costa, dejen de hacer tanto teatro y empiecen a tomar un poquito más en serio a la ciudadanía. Se les llena la boca hablando de los intereses de los españoles: el estado de bienestar, la lucha contra el paro y la corrupción, la unidad o fragmentación de España, el fin del terrorismo, etc. Por supuesto que no son cuestiones menores. Pero a uno le entran dudas razonables a la hora de creer que haya verdadero deseo político de resolver todos esos urgentes y complejos problemas cuando entre ellos no son capaces de remar en la misma dirección. Cuánto tiempo perdido en base a supuestos diálogos y negociaciones: demasiadas palabras, poca voluntad.

Seguro que Jesús en su tiempo analizaría su contexto, las relaciones de poder, las ambiciones de unos y de otros. Tal vez nos diría que no han cambiado mucho las cosas a juzgar por la etapa difícil que hoy se vive a escala mundial: fundamentalismos en unos lugares, dictaduras en otros, la democracia cuestionada por diversos motivos. Los creyentes rezamos todos los días por nuestros políticos y mandatarios. No sé si no tendremos que hacerlo con más fuerza. Pero también sigue vigente aquello de "a Dios rogando y con el mazo dando". Quiero decir que quizá los cristianos laicos tuvieran que tomar más partido en la participación de la vida política y ser sal o levadura en medio de una masa muy mejorable.

No hace muchos meses que el papa Francisco lo pedía en una audiencia con alumnos y exalumnos de los colegios de jesuitas de Italia y Albania. Decía él que involucrarse en la política es una obligación para un cristiano; que nosotros no podemos jugar a Pilatos lavándonos las manos. Debemos inmiscuirnos en la política porque es una de las formas más altas de la caridad, porque busca el bien común. Los laicos deben trabajar en política. Y añadía: alguno dirá que "no es fácil", pero tampoco es fácil llegar a ser sacerdote. No son cosas fáciles porque la vida no es fácil. La política es demasiado sucia; pero, ¿por qué es sucia? ¿Por qué los cristianos no se han involucrado en su espíritu evangélico?