La esperanza más seria e importante la tendremos uno de estos días, cuando surja, no antes. Las urnas hablaron, pero por lo que estamos viendo no significan mucho sin el parlamento puesto en serio y dejando de hacer virguerías dialécticas y componendas varias. Y se aclaran aún menos con todas estas pamplinas. Pero hay que tener fe en el ser humano que cada uno de nosotros es. Esperemos acontecimientos y no seamos pesimistas.

Y mientras, vivamos el día a día.

Con esto de que ahora parece que todo produce cáncer, hasta los filetes de ternera, uno cada día tiene más fe en las tisanas y en los productos naturales. De jóvenes nos reíamos un poco de las tías mayores y de las abuelas que eran aficionadas a lo que nosotros llamábamos "aguachirles". Hoy les daríamos la razón. Por eso, a lo mejor cada día admiro más a los que se dedican a intentar sustituir los llamados medicamentos químicos oficiales (antibióticos, analgésicos, capsulitas, pastillas, inyectables o jarabes y tal, de carácter y origen farmacéutico) por cosas naturales, y me congratulo con las homeopatías que curan casi todo, o al menos lo parece: aerofagias, asmas, colitis o cistitis, estreñimientos, insomnios varios, cálculos, obesidades, diabetes, incontinencias distintas, varices, cefalalgias de diferentes tipos e infinidad de pequeños males cotidianos incordiantes e incómodos que nos acechan sin darnos mucha cuenta. Tomamos medicamentos varios como si fueran caramelos para cualquier cosa que ocurre, sea seria o menos seria o simplemente incómoda. Paracetamoles, ácidos acetilsalicílicos, etc? Nos hemos acostumbrado mal; en cuanto notamos una ligera desviación de nuestra confortable vida cotidiana, ¡hala! el medicamentazo de turno, inconsciente o poco consciente casi siempre. No queremos conformarnos con la contaminación ambiental y de la otra que trae constantemente nuestra sociedad, por los coches, el tabaco, las industrias desaforadas?, cuando no hasta por los envases de líquidos y los tejidos con que nos vestimos. Ya conviene incluso mirar la ropa interior por si llevara cloruro de polivinilo o algo así, o cualquier componente químico que suele sonar a algo satánico o brujeril. ¡Vamos!, que hay que dejarse atraer por manos providenciales o fatalistas y no asustarse ante tanto acontecimiento singular de nuestro pervivir o discurrir diario. Hay que negarse definitivamente a ponerse enfermo por si resultara verdad lo de que en gran medida la enfermedad como tal es una actitud mental o emocional, según los casos. Hay quien asegura que lo que tenga que ocurrir va a pasar, queramos o no que ocurra y que debemos seguir viviendo del modo más apaciblemente posible y con no asustarse por nada.

Hagamos una llamada de mentalización del año 2016 a la tranquilidad de espíritu que suele dar lo vegetal frente a lo químico o de laboratorio de modo que jarabes, pastillas, píldoras e inyecciones se truequen en lo posible (aunque no siempre será posible) en recursos sencillos, por florecillas u oréganos y otras hierbas, que dicen muchos que las hay que lo curan todo y que nos servirán al menos para acrecentar nuestra confianza en lo maravilloso, en la vida natural y apacible, que no deja secuelas incómodas e indignas e irreversibles y para aumentar nuestra confianza en todo lo humano.

Hay en Zamora quienes sobreviven día a día como buenamente pueden, minuto a minuto, año a año, momento a momento, esfuerzo a esfuerzo, esperanza tras esperanza? sin más, con muy variadas enfermedades. Y a veces, hasta logran conseguir algo de felicidad sencilla y clara confiando en lo más sencillo y simple que la naturaleza da. La esperanza es lo que va con nosotros allá donde nos desplacemos, indefectiblemente.

¿Para qué sufrir a lo tonto, si al final del camino nos vamos a morir queramos o no queramos? Quedaremos disueltos en niebla y en ausencia como sonrisas de lactante.