Comentar el vocablo "aloja" en el contexto de lo que debe ser una referencia a momentos históricos de Zamora, puede sonar como algo exótico, puesto que hay una palabra que muchos tenemos en la mente acomodada a nuestro tiempo, que es "aloha" (palabra hawaiana utilizada para saludar en Hawai y bendecir a los visitantes), pero no tiene nada que ver con la "aloja" en nuestra Zamora del siglo XVII. Vemos en 1616 que el Ayuntamiento ejercía el control de ferias y mercados fijando los precios de diversos productos de consumo cotidiano, entre los que se encontraba la aloja: "Se había de vender precisamente la aloja con nieve, a 16 maravedíes el azumbre" (antigua unidad de medida para líquidos, que en Castilla equivalía a 2,05 litros. El azumbre estaba dividido en cuatro cuartillos o dieciséis copas. Ocho azumbres formaban una cántara o arroba mayor).

Aloja era una bebida refrescante compuesta de agua de arroz, miel y especias. Se introdujo en España por los árabes y se tenía no tan solo como agradable al paladar sino también como preventiva eficaz contra varias enfermedades, por lo que se generalizó entre los pueblos cristianos. Las alojerías se distinguían por una bandera blanca cruzada de rojo, reminiscencia de los tiempos de la Reconquista cuando se señalaba la tienda del campamento en que se vendía la aloja.

Hasta el primer tercio del siglo XIX se hizo gran consumo de aloja en toda España; luego, las botillerías y los cafés hicieron olvidar aquella bebida, ofreciendo a los consumidores otros refrescos de mayor aceptación.

El asunto de control de productos alimenticios en aquellos tiempos producía situaciones que, a veces, resultaban anecdóticas; veamos: "Hubo quejas de que algunas personas habían empezado a hacer molletes de leche, manjar blanco, empanadas y tostadas, y otras cosas de comer, con mucho daño y perjuicio para la comunidad, por el gran vicio que esto ocasionaba en todo género de gente. La petición fue atendida, pregonando que de ninguna manera se hicieran ni vendieran estas cosas, so pena de dos mil maravedíes y destierro por dos años". Es dato que puede servir para estimar la frugalidad ordinaria de nuestros abuelos.

La ordenanza de regalía de los regidores controlaba los menudos de carnero que se mataban los sábados, día en que se mataban también seis bueyes con destino al abasto general. Los vendedores de cabritos tenían la obligación de desollar los que le presentara cualquier vecino, sin percibir por su trabajo más que la pelleja y las manos.

Como la aloha hawaití se puede traducir como paz o bienaventurado seas, me parece adecuado terminar este escrito con un aloha para todo el que lo lea.