Decíamos ayer que era el tiempo de Pedro Sánchez. Después de treinta y siete años de democracia, los resultados de las elecciones del pasado 20 de diciembre plantean un escenario político diferente a cuantos habíamos conocido. Es evidente que la voluntad de cambio expresada por los ciudadanos abre incertidumbres a la hora de iniciar un nuevo camino que, sin ninguna duda, será distinto.

Entre las consecuencias que podemos constatar, la primera es que al Partido Popular se le ha acabado el tiempo. Y es que durante los últimos cuatro años de gobierno han dado la espalda a los problemas y necesidades de los ciudadanos. Y han incumplido sus propias promesas y compromisos, con los resultados de la supresión de derechos, la extensión de la pobreza y el crecimiento de las desigualdades. Desesperanza para millones de españoles, especialmente los más jóvenes, que se encuentran con consecuencias devastadoras, precisamente en el momento donde deben afrontar el comienzo de su vida adulta.

Es evidente que con las condiciones de este Partido Popular -sin entrar en detalles, por otro lado, de dominio público- es muy difícil convenir ni acordar ningún compromiso, no solo para los socialistas, muy alejados ideológica y por lo tanto programáticamente, también para otras formaciones que teóricamente pudieran estar más próximas.

Por lo tanto, una vez que el señor Rajoy declinó la invitación con su desistimiento dando la espantada, por dos veces, al jefe del Estado para la formación del nuevo Gobierno, corresponde a Pedro Sánchez someterse a la investidura como presidente del Gobierno. Conocido por todos es lo que se llama la aritmética electoral y por lo tanto las dificultades para que prospere dicha investidura y que facilite como resultado un gobierno estable para afrontar los graves y urgentes problemas de nuestro país.

Así pues, nos encontramos con que el PSOE y Pedro Sánchez, para conseguir la suma de votos positivos, tienen que ponerse de acuerdo con otras formaciones políticas que sumen y acuerden un programa común para gobernar. Por lo que estamos observando, las conversaciones y en su caso las negociaciones se están realizando con prudencia y serenidad, sin arrogancia y con un documento encima de la mesa. Todo ello, y los posibles acuerdos, llevan su tiempo.

Lógicamente, la mayoría de los que han votado a Podemos y los del Partido Socialista desean llegar a acuerdos, a los que se pueden sumar Izquierda Unida, Ciudadanos y otros. Situación compleja por muchas razones que los ciudadanos entienden.

Quiero distinguir claramente entre los votantes y los dirigentes de Podemos. Por eso espero que en las inevitables conversaciones que se están promoviendo, se aproveche para abrir un debate que nos permita conocer con claridad el modelo de sociedad que desean para nuestro país. Si es el de Venezuela o el de Dinamarca; si seguiremos en la Unión Europea; si hay, o no, que pagar la deuda, etc. Si los ciudadanos habrán dejado de ser "la gente" (término vago y delicuescente, en palabras de Julián Marías). Si los "de arriba" y "los de abajo" dejarán de ser términos demagógicos. Y si por fin se reconocerá que, aunque con defectos, hemos construido entre todos los españoles una sociedad moderna y no "el régimen del 78", que ha durado más tiempo en nuestra corta historia democrática.

Por otro lado si, como todo el mundo desea y está de acuerdo, lo más importante son los contenidos y los objetivos, es decir, el "para qué"; ¿por qué esa obsesión por los cargos, las sillas y los sillones, que desmiente la pretendida integridad de quien ha despreciado todo el proceso de la transición, que es tanto como ignorar a millones de españoles? Más bien pareciera que sus gestos contradicen sus objetivos, haciendo todo lo posible para no conseguir un acuerdo de gobierno. Da la impresión de que el ego es más poderoso que la necesidad del cambio real que tiene la sociedad española. Es verdad que quien ha nacido con todo puesto no sabe, o más bien no quiere saber, que España no siempre fue así, y que costó mucho conseguirlo, aun reconociendo que posiblemente se pudiera haber hecho mejor.

A muchos de sus votantes, las actuaciones públicas de los dirigentes de Podemos les han producido decepción, perplejidad y sobre todo preocupación por su arrogancia y prepotencia insultante. Hay que recordar que el pasado 2 de febrero el jefe del Estado encargó a Pedro Sánchez la candidatura a la investidura, no al señor Iglesias.

Vivimos unos momentos cruciales para España, tenemos la posibilidad de cambiar de estilo, de políticas, cambiando un gobierno acorralado que ha empobrecido a millones de familias, profundizado en las desigualdades sociales y enconado los enfrentamientos territoriales, para devolver a los ciudadanos la esperanza de un país que recupere lo perdido y la confianza. Con un nuevo Gobierno, pero no a cualquier precio.

En estos tiempos de trampantojos, quiero recordar una frase de nuestro verdadero Pablo Iglesias, el fundador del PSOE, dirigida a los jóvenes: "Sois socialistas no para amar en silencio vuestras ideas, sino para llevarlas a todas las partes".