El personal anda acobardado con la cantidad de trámites que hay que hacer para cualquier cosa. Dicen que la falta de dinero o de créditos bancarios frena muchas iniciativas viables, pero yo creo que lo estorba mucho más el papeleo, el montón de certificados (con pólizas o sin ellas) y de declaraciones que te exigen para cualquier asunto. Y, claro, las gentes se acojonan o tienen que tirar por la calle de en medio, es decir ponerse en manos de profesionales porque de lo contrario podrían volverse locas y ponerse a dar vivas al nuevo Gobierno. ¡Cómo será de complicado el lío del papeleo que las propias organizaciones agrarias recomiendan a los agricultores que soliciten la PAC a través de expertos!

-Ya no valemos ni para rellenar instancias; tiene bemoles el aquelarre este, dice el señor Posidio, enfadado y amargado.

-Valer sí valemos, pero, como dijo aquel pensador, cuando sabíamos las respuestas, nos cambiaron las preguntas, así que andamos de continuo devanándonos la sesera para cuadrar la PAC y para todo lo que se tercie, apunta el señor Rodopiano, también montado en el cabreo.

Conversaciones similares he oído, y oigo, a montones, especialmente entre personas que no entienden por qué tienen que presentar los mismos papeles cada vez que piden algo. ¿No tienen en la Junta, en la Administración central, en la Diputación o donde sea un banco de datos, una ficha de ese ciudadano con todos sus datos? Tendrían que tenerlo y, por tanto, reclamarle solo aquello que sea nuevo, es decir si pide arranque de viña, pues esos papeles; si reclama ayudas para vacas u ovejas, pues esas instancias, y así sucesivamente. Parece lo lógico, lo normal y lo que se hace en otras regiones. Aquí, no; aquí si solicitas apoyo para mejora de explotación o compra de maquinaria, tienes que aportar un porrón de folios sobre todo lo habido y por haber. No importa que ya lo hubieras entregado el año pasado cuando reclamaste lo de la remolacha o lo de la vivienda rural o lo de la incorporación de jóvenes al campo. Por papeles que no quede.

Lo del papeleo y más papeleo está haciendo mucho más daño del que parece. Hay gente que se acobarda y se echa para atrás. Otros prefieren renunciar a ayudas y arreglarse como puedan antes de someterse a la tortura de los certificados, las instancias, los rechazos, las puntualizaciones, los continuos viajes a Zamora, las molestias, los cabreos y el choque una y otra vez con las caras de algunos de esos funcionarios que parecen disfrutar con las negativas. Ji, ji, ji, le falta un papel, tiene que volver otro día, y venga un poco antes que a estas horas ya estamos a punto de cerrar. De ahí a la úlcera de estómago solo hay un brinco.

Otros funcionarios, en cambio, sufren con esta situación. Se cabrean tanto como el afectado. Se sienten impotentes para ayudar al solicitante. No está en su mano saltarse trámites ni prescindir de alguno de los numerosos papeles (algunos inútiles o reiterativos) que se le exigen. Y tampoco pueden activar esos pagos que se retrasan y retrasan y que pueden llevar a la ruina a quienes, con ayudas oficiales aprobadas, han tenido que pedir préstamos para afrontar y pagar obras, compra de ganados o tractores, etc, etc. Y cuando la gente, dolida y enfadada, les pregunta: ¿para qué tanto papeleo? solo pueden encogerse de hombros y tratar de dar buenas palabras.

Lo de la excesiva burocratización, la desmesura en el papeleo se presta a chistes y guasas, a la creación de estereotipos jocosos, en suma, a la banalización del problema. Y no debería de ser así porque, repito, está causando innumerables y graves perjuicios a esta tierra (y a otras).

-Y ya no te digo nada si se les ocurre pedir permiso o ayudas para montar algo en pueblos incluidos en parques naturales, reservas de la Biosfera, áreas zepas? Ahí ya no te vale con acudir a una gestoría; ahí hay que reclamar la intervención divina, con ángel de la guarda y todo, insiste don Posidio.

-Por eso no me extraña que haya cada vez menos iniciativas agrícolas y ganaderas en esas zonas. Si al envejecimiento de la población, a la falta de relevo en el campo y a los bajos precios sumas el papeleo y las trabas, pues a morir por Dios y por España, remata don Rodopiano.

Y en esas estamos. ¿No podría ocurrírsele a alguna de nuestras ilustrísimas una solución para evitar tanto engorro?, ¿es tan complicado facilitar las cosas a quienes quieren montar en su tierra algo que les permita vivir dignamente? ¡Qué raro es todo!