Hace muchos años, cuando el Museo Arqueológico Provincial estaba en la Calle de Santa Clara, allá por los años cuarenta, visitaba yo por primera vez aquel recinto en el que se exponían numerosas antigüedades representativas de la Historia de Zamora. Llamó poderosamente mi atención un objeto que se encontraba próximo a la entrada, con rótulo que, con signo de interrogación, decía: "¿Gaita zamorana?".

Aquel artilugio musical con trazas de una panzuda guitarra con manubrio, resultó ser una zanfona típicamente zamorana, instrumento que, años después, escuché sonar entonando melodías populares. Muy agradable resulta escuchar los sones salidos de manos expertas como las del amigo Luis María, que con su virtuosa voz nos transporta a tierras de Sayago, Aliste, Sanabria o La Carballeda.

Este típico instrumento musical, que vi por primera vez hace setenta años en el caserón-museo que estaba donde hoy es la plaza de Castilla y León, resulta que don Miguel de Cervantes, cuando escribió El Quijote en el siglo XVI ya conocía la gaita zamorana como pone de manifiesto en el capítulo XX de la segunda parte de la obra cervantina cuando narra las Bodas de Camacho; después de evocar las copiosas viandas, los postres y las bebidas que se consumieron en el festejo, cuenta: "También le pareció bien otra que entró de doncellas hermosísimas, tan mozas que, al parecer, ninguna bajaba de catorce ni llegaba a diez y ocho años, vestidas todas de palmilla verde, los cabellos parte trenzados y parte sueltos, pero todos tan rubios, que con los del sol podían tener competencia, sobre los cuales traían guirnaldas de jazmines, rosa. amarantos y madreselvas compuestas. Guiábalas un venerable viejo y una anciana matrona, pero más ligeros y sueltos que sus años prometían. Hacíales el son una gaita zamorana, y ellas, llevando en los rostros y en los ojos a la honestidad y en los pies a la ligereza, se mostraban las mejores bailadoras del mundo".