A medida que el plazo para las negociaciones políticas de cara a la investidura del candidato socialista Pedro Sánchez va cumpliéndose, cercano ya a su fin: el 2 de marzo, parece ir aumentando la ceremonia de la confusión en la que se ha convertido el asunto desde que el 20D por la noche se hicieron públicos unos resultados electorales que, más o menos, eran los que se esperaban, obligando a coaliciones poselectorales para formar Gobierno.

Cuando tras la doble renuncia de Rajoy a la investidura, siendo consciente de su imposibilidad matemática de conseguir una mayoría ni siquiera simple, se pensó que pese a las tradicionales y habituales malas relaciones en España entre los partidos de izquierda, una alianza entre PSOE y Podemos podría salvar el escollo si se llegaba a algún tipo de acuerdo sobre la única línea, la línea roja, que separaba a ambas formaciones: el referendo sobre la secesión de Cataluña que Pablo Iglesias había incluido en línea preferente de su programa electoral.

Pero los días pasan y todo, por el momento, parece indicar lo contrario. Al PSOE no le agrada tener a nadie a su izquierda, por motivos fáciles de entender, y la nota más característica de Podemos es precisamente su radicalidad, a la izquierda de la izquierda. Incluso su ropaje de moderación de la campaña electoral ha desaparecido en cierto grado, animado por su buen resultado en las urnas y por el ambiente de corrupción que asola el ámbito político del PP. Una cierta prepotencia, tal vez, aunque de ello acuse siempre a los demás, que ha hecho fallar a Iglesias al medir las distancias y los tiempos.

Consecuencia de ello es que se permita el lujo de fijar condiciones y exigir cargos, entre ellos la vicepresidencia, a todo lo cual el PSOE no ha atendido, aunque se siga negociando. Sabe Iglesias que tiene la sartén por el mango, y que de Podemos depende casi exclusivamente que Sánchez llegue a la Moncloa o que haya que ir a unos nuevos comicios generales, algo que podría hacerles ganar votos y pasar a ser la referencia de la izquierda. Tiene a los socialistas cogidos entre la espada y la pared y lo aprovecha, lo que está originando un aparente desencuentro. Iglesias reclama negociar personalmente con Sánchez y el candidato del PSOE replica que solo se hará la foto con el líder de Podemos si hay alianza.

Se comenta que pese a tanto postureo hay acuerdo entre los dos partidos, único pacto que garantiza la investidura, y que se hará realidad en el último momento. Puede ser, pero parece dudoso. Claro que también se da como seguro, y no puede estar más en duda, el pacto PSOE-Ciudadanos, dos partidos contra el referendo catalán y que no subirían impuestos, todo lo contrario que Podemos que contempla grandes subidas, sobre todo a las rentas mayores. Mucho más dudoso que seguro, pues no salen las cuentas dado que con PP y Podemos votando en contra, no habrá Gobierno. A no ser que Rivera consiga que el PP se abstenga o que Sánchez logre la abstención de Podemos. Pero eso cuesta mucho trabajo creerlo.