Eso es lo que ha contestado el PSOE a Pablo Iglesias respecto a la contraoferta presentada por Podemos como base para las negociaciones: que no sabe dónde están. Y se acierta, porque esa es la impresión que produce el largo documento presentado, aunque sea, como se ha aducido, un documento de máximos. Se han pasado un montón, adrede tal vez, como obsesionados con forzar unas nuevas elecciones de las cuales vaticinan las encuestas que sería Podemos el único partido beneficiado.

Pero, en realidad, era lo que cabía esperar después de aquella osada oferta de coalición con los socialistas en la que Iglesias exigía la vicepresidencia y varios ministerios. Ahora, lo mismo y más, pues también exige la dirección de los servicios secretos de información, de RTVE, del BOE y más. Con el referendo sobre el secesionismo catalán en lugar preferente e inmediato. Y la guinda: el candidato de Podemos está dispuesto a recibir y entablar negociaciones con Pedro Sánchez.

Una indisimulada situación de supuesto poder al saber que ellos tienen la última palabra, y que si no hay acuerdo formarán pinza con Rajoy para que la investidura de Sánchez fracase y los acontecimientos sigan la hoja de ruta que creen que puede alzarles, en unos repetidos comicios, por encima de los socialistas y con un PP que no levanta cabeza, lastrado por la corrupción. Eso sí, se sienten generosos y aceptan a Ciudadanos con los que igualmente se muestran dispuestos a conversar, asegurando que no hay líneas rojas pese a que hasta ahora siempre mostraron su rechazo a Rivera.

Pero las hay, hay una infranqueable por demás: la de la unidad de España, y ya el PSOE desde el primer momento avisó de que por esa puerta-trampa no pasará. Hablarán Sánchez e Iglesias y sus equipos negociadores. Lo que ocurre es que si Podemos no cede en su postura, aunque algo cederá seguramente, cualquier clase de acuerdo parece muy lejano cuando no imposible o casi, una consecuencia lógica de la falta de voluntad de pacto que parece evidente en los populistas. Y otro tanto ocurre con respecto a Ciudadanos, que ha replicado que ellos tampoco mantienen vetos ni con Podemos ni con ningún partido, pero que nunca aceptarán el referendo de Cataluña sobre una hipotética independencia.

A todo esto, queda ya muy poco tiempo por delante, pues la posición que el PSOE adopte habrá de ser llevada a consulta entre sus bases, lo que supone que habrán de agotarse todas las posibilidades en cuestión de días. El miércoles 2 de marzo será la sesión de investidura y si el candidato no obtiene la mayoría absoluta la votación se repetirá el sábado 5 en busca de una mayoría simple. Si no se consigue, el rey puede encargar la investidura a Rajoy, que ya ha renunciado dos veces y sigue sin tener ninguna probabilidad matemática de ser investido. O lo más probable: convocar elecciones que habrían de celebrarse ya en pleno verano. Todo un largo panorama de interinidad. Que tampoco es que se note mucho. Lo que sí se nota ya es el hastío de la gente, este nuevo desencanto.