En domingo, y por sorpresa, dimitió Esperanza Aguirre como presidenta regional del PP de Madrid, sobre el que recaen muchas sospechas de financiación ilegal. Es lo mejor que podía ocurrir, que vaya desapareciendo de primera línea esta vieja guardia popular, que se marchen ya todos los que llevan tres décadas viviendo de la política -incluido un Rajoy ya más que amortizado- que nada o poco han aportado, si es que han aportado algo, al funcionamiento del país, y cuyos nombres en ocasiones aparecen salpicados por los grandes escándalos de corrupción que han hundido a un partido al que urge muchísimo una renovación en profundidad, una refundación total, una regeneración absoluta.

Quien parece que se enroca y no quiere irse de ninguna manera, y más ahora cuando Rajoy le demuestra una y otra vez su confianza, es la senadora Rita Barberá, exalcaldesa de Valencia durante dos décadas, y cuyos gastos de representación al frente de un Consistorio en el que están todos imputados en el nuevo escándalo de corrupción, la operación Taula, fueron superiores a 200.000 euros en los dos años peores de la crisis: 2012 y 2013. Cuando la gente iba al paro y tenía que apretarse al cinturón, Barberá, que consideraba normal recibir como regalo bolsos de Vuitton de 10.000 euros, dormía en hoteles de 800 euros la noche, comía en los mejores restaurantes allá donde fuere y se hacía acompañar por escoltas hasta en sus vacaciones, lo que también costaba mucho dinero. Aunque no solo por eso Anticorrupción intenta pedir el suplicatorio para imputarla, puesto que es aforada. Lo que demuestra que ni puede haber aforados ni se puede estar en un cargo más de ocho años, justa reivindicación de los nuevos partidos.

Paralelamente, Rajoy, que parece que es el único que no se entera de la corrupción que acorrala al PP, sigue sus visitas de fin de semana a las provincias, quizá intentando ganarse voluntades y votos que le permitan seguir como presidente del partido, y anuncia que si Sánchez fracasa en su intento de investidura, cogerá el testigo e intentará formar gobierno. Rajoy está acabado y lo que tiene que hacer es irse ya. Estaría en su derecho, si el rey le encarga que así sea, pero su única opción sería la misma: que el PSOE aceptase una alianza tripartita, o absteniéndose en la investidura. Difícil, y más después del desprecio de no dar la mano a su candidato, aunque los socialistas de las puertas giratorias animarían al pacto.

Quiere Pedro Sánchez ser nombrado presidente del Gobierno en la primera semana de marzo pero dejar cerrado el acuerdo a finales de este mes, pues no hay que olvidar que se consultará a las bases. O sea, que se van a acelerar las negociaciones, aunque lo más seguro es que no se fijen las condiciones hasta el último momento. Aparte de las posibilidades ya conocidas, otra que se baraja es la de gobernar en solitario con el apoyo de Ciudadanos y otros partidos menores que le llevarían a más de 140 escaños, y la abstención de Podemos, manteniendo pactos puntuales de poder tanto con Rivera como con Iglesias. No parece que el PSOE vaya a desaprovechar de ninguna manera esta nueva oportunidad de gobernar.