No se había vivido una situación así desde del restablecimiento de la democracia. Nunca hubo necesidad de Gobiernos de coalición, porque los números daban. Algún partido sacaba de 160 para arriba -o UCD, o PSOE o PP- y, a partir de ahí, encontrar una docena o quincena de diputados de apoyo era fácil, aunque muy caro. Pujol fue siempre mercader de escaños de lujo. Y los vascos de complemento. Pero nunca gabinetes de coalición, si se exceptúa la ingeniosa frase que nos deslizó Adolfo Suárez: "El único presidente de Gobierno de coalición he sido yo, porque tenía en mi gabinete a democristianos, liberales, socialdemócratas y hasta exfalangistas". Solo su liderazgo y su autobús hacia el poder pudo reunir tan diverso pasaje.

Pero ahora las cosas son mucho más difíciles. Nadie tiene una base de 160 diputados, ni la tendrá de lejos aunque se repitan las elecciones. Así que habrá que aprender a pactar. Primera lección para que la coreen políticos y periodistas, especialmente tertulianos: "Pactar no es traicionar". Repítase cien veces a pulmón y después esta: "Acordar no es defraudar". Y esta : "Coalición no es sumisión". Son contenidos básicos de primero de Política Responsable de un programa de educación urgente, de manual, que deberíamos estar cursando estas semanas para desatascar la situación y no dejar que la actividad económica española, ya amenazada por circunstancias internacionales, se detenga también. La ciudadanía quiere que se despeje la incógnita del Gobierno para que no se detenga la inversión, para que crezcan las contrataciones laborales y no se cuestionen los avances sociales. Sociedad Civil por el Debate, entidad que representa indirectamente a un millón de personas, en su mayoría profesionales, desde abogados a médicos, ingenieros, autónomos, fisioterapeutas, personal de enfermería, etc., ha pedido entrevistas con los presidentes del Congreso y del Senado para trasladarles la inquietud de la calle y la exigencia de acuerdos, soluciones y concordia. No solo para la formación de un Gobierno estable, sino para acometer los pactos pendientes de educación, sanidad, empleo, justicia, ciencia y otros. Si los políticos escucharan a la calle, se darían mas prisa.

¿Qué pasará? Nadie lo sabe con certeza pero en próximas fechas todo se va a acelerar. "Faltan horas, o solo días, a lo sumo semanas, pero muy pocas, para que alguien en el PP le diga a Mariano Rajoy que deje paso a otro. O a otra", asegura un alto dirigente socialista. Parecía que se lo decían ya el viernes los indignados vicesecretarios populares Javier Maroto y Andrea Levy avergonzados, sin disimularlo, por los nuevos casos de corrupción en su partido en Madrid y Valencia. "Que caiga quien tenga que caer", clamaron. Rajoy perdió una oportunidad de decir que con él no iba, pero se limitó a un comentario insuficiente para los suyos: "El PP está haciendo lo que tiene que hacer".

Algunos dirigentes populares, siempre bajo secreto de confesión, admiten que Rajoy tiene que dejar paso, pero exigen que Sánchez también: "Fue demasiado agresivo con Rajoy y con nuestro partido en la campaña. No es digno de ser presidente". Pero lo que se está produciendo, y cualquier aprecia, es que en estas semanas postelectorales, la imagen de Rajoy se desvanece y la de Sánchez se afianza. Y con él la de Antonio Hernando, su gestor de pactos. Sus críticos internos, el "susanismo", lo constata con preocupación. A 72 horas de que el rey le encomendara la formación de Gobierno estuvieron a punto de partirlo en dos mitades el Comité Federal, pero se evitó la votación. "Está creciendo y, como se ve de presidente, por eso se modera", admite un dirigente socialista aragonés que hace un mes no daba un duro por él. El PP también se da cuenta y por eso quiere investidura cuanto antes para frenar ese proceso de deterioro del uno y de afianzamiento, relativo, del otro. Y en medio, Ciudadanos, creciendo gracias a su responsabilidad e impedido de dar su apoyo al PP porque los nuevos casos de corrupción levantan una muralla infranqueable. Y más allá Podemos, maniobrando, con la excusa de un programa de puntos, para incorporarse a las negociaciones con Sánchez que Iglesias rompió precipitadamente. No hay casi nadie que discrepe de esta afirmación: Sanchez y Rivera manejan mucho mejor la política postelectoral que Rajoy y Pablo Iglesias, obsesionado este último solo con la notoriedad y la foto. Pero con una diferencia entre ellos: el electorado de Podemos se lo perdona todo, incluidos los disparates en los ayuntamientos, y el del PP a Rajoy no, aunque de momento lo calla. Atentos a la aceleración de acontecimientos que viene.