La llegada de los árabes a Hispania, donde había calado hondamente la religión cristiana, obligó a poner a resguardo los símbolos de la fe de los creyentes; reliquias y cuerpos santos fueron trasladados desde Toledo, hacia donde avanzaba Tarik y sus tropas, al Norte de la península. Los restos de san Ildefonso, junto sus vestiduras, obras y otros recuerdos llegaron a Zamora y aquí fueron depositados en la iglesia de Santa Leocadia, nombre que se le puso en memoria de la de Toledo donde estuvo enterrado el santo.

Las huestes africanas extendieron pronto su poder hasta llegar a Castilla la Vieja. Toro y Benavente cayeron al no poder resistir el asalto de Abdalasis. Aquel conglomerado de razas, a las que de forma genérica llamamos moros, se componía de egipcios, bereberes, sirios, árabes y mauritanos. Los bereberes que penetraron hasta el Norte, invadieron la zona de Astorga, asentándose allí, con una mala práctica del idioma llamaron a aquella comarca Malacutia, de donde procede que hoy se les llama "maragatos".

El avance de los invasores árabes se detuvo antes de llegar a las montañas de Asturias; allí los refugiados cristianos al mando de don Pelayo se hicieron fuertes y rechazaron a los moros haciéndoles retroceder hasta la provincia de Zamora.

En una primera etapa de la dominación sarracena, muchos nombres cambiaron influenciados por el idioma de los invasores. Así, nuestra ciudad, que los romanos llamaron Occellum Durii, pasó a llamarse Zamora. Probablemente, su origen etimológico sería procedente de la palabra hebrea Semar y también de la griega Camur. Cronistas antiguos la llamaron Semura, lo que en todo caso denota la influencia de la dominación árabe, lo mismo que nos quedaron alcazaba, cárcaba, balborraz y otros muchos nombres.

Hay una versión que atribuye a Alfonso III el Magno el nombre de Zamora, basado en la anécdota o leyenda de que, hallándose el rey paseando cerca de la población, se le puso delante en actitud hostil una vaca negra a la que don Alfonso quiso espantar gritándola "Ce mora". También hay quien dice que la voz Zamora, en arábigo significa turquesa y afirman que en esta tierra había muchas piedras turquesas.

Está claro que la pronunciación árabe se resistía a los nombres del idioma latino, por lo que muchos nombres se modificaron o cambiaron por otros.