Hace más de cien años, la comunicación con Galicia a través del ferrocarril atrajo a Zamora empleo y prosperidad. Hasta bien entrados los años 80 del pasado siglo cerca de mil personas trabajan directamente para el tren. Podría decirse que Zamora pagó especialmente cara esa apuesta que el tiempo ha revelado equivocada de fiarlo todo a la carretera. Se cerraron líneas como la Ruta de la Plata, en 1985. Se fue perdiendo empleo y Zamora se vio cada vez más aislada en materia de transporte con una línea obsoleta y unos servicios de baja calidad. Parecía perdido para siempre el sueño iniciado una centuria antes, cuando la provincia se convirtió en cruce de caminos entre dos ejes transversales fundamentales en la península: el Norte-Sur con la perdida Ruta de la Plata y la que comunica Galicia con la Meseta.

Desde el pasado 1 de febrero ese sueño vuelve a cobrar vida. La tecnología y la decisión, aún en el aire, de que los talleres del AVE se ubiquen en la provincia, difuminan un tanto las posibilidades de puestos de trabajo directos, aunque la multimillonaria inversión ha contribuido a estimular el sector de la construcción que vive horas todavía muy difíciles. Pero las más de 300.000 plazas que se ponen a disposición de los viajeros a través de los seis servicios diarios que conectarán en hora y media Zamora con Madrid abren nuevas puertas al desarrollo económico que siempre se asoció a la llegada de los caminos de hierro.

Si Zamora apuesta por el turismo para estimular el monótono mercado laboral de la provincia, el AVE puede suponer el empuje definitivo para el sector. Todavía hay reivindicaciones en la mesa sobre los horarios establecidos con la petición de un tren tempranero en dirección a la capital de España, pero quizá merezca más la pena centrar la atención en los trenes que llegan hasta aquí. Porque los lapsos de tiempo son mínimos y ponen al alcance de Zamora un mercado potencial de millones de personas que no se puede desaprovechar.

De la Comunidad de Madrid proviene el grueso de los visitantes que recibe una provincia con indudables atractivos y que tiene ante sí un año de oportunidades probablemente irrepetibles, no solo con celebraciones asentadas pero que siguen necesitando de promoción como la Semana Santa de la capital, con espacios como los Arribes o Sanabria que atraen a decenas de miles de amantes del turismo de Naturaleza. En Toro, perfectamente comunicada por autovía desde la capital, aguarda una muestra de Las Edades del Hombre que promete cumplir sobradamente con lo que corresponde a la ciudad toresana como baluarte del patrimonio artístico y arquitectónico de la provincia, además de su indiscutible liderazgo en materia de vinos y gastronomía en general.

Los zamoranos disponemos de una oferta variada y de calidad. Han sido muchos los esfuerzos realizados durante los últimos años, pero es necesaria una vuelta de tuerca más. Así lo reclamaban los propios hosteleros la pasada semana a raíz de los dispares datos de pernoctaciones turísticas que ofrecían Administración central y Junta de Castilla y León y que reflejaban cierta atonía en las visitas.

La patronal reclama un plan estratégico justo días después de que se haya cerrado la Feria Internacional del Turismo, Fitur, a la que este año Zamora llegaba con toda una artillería de propuestas, muchas de ellas de la mano del Patronato de Turismo de la Diputación.

Lástima que, dos semanas después, los ecos que resuenan se refieran más a las polémicas que demuestran que las instituciones, ahora de distinto signo político en la Diputación y en los ayuntamientos de Zamora y Toro, siguen suspendiendo en coordinación y colaboración. Porque esos deben ser los dos pilares del plan estratégico que solicitan los hosteleros. Luego tendrá que ser el propio sector el que establezca las líneas maestras que permitan que los acontecimientos puntuales tengan rentabilidad, que los turistas vuelvan. Eso exige reflexión y olvidarse de planteamientos cortoplacistas en precios, además de refuerzos en la calidad del servicio.

En cuanto a las instituciones, resulta evidente que las batallas partidistas no conducen a ningún sitio de provecho. Y esos servicios de trenes de altas prestaciones nos conectan directamente con madrileños y con otros millones de turistas procedentes del resto de España y del mundo llegados al aeropuerto de Barajas. Zamora se convierte en la excursión ideal a solo hora y media, una hora cuando se instale el sistema de seguridad definitivo que permita ganar velocidad.

Las políticas de precios de Renfe han convertido el servicio en rentable y es de esperar que las actuales tarifas que llenan los trenes los fines de semana continúen. Bienvenidas sean ideas como la instalación de un punto de información turística en la estación de tren de la capital, como ha anunciado el Ayuntamiento de la ciudad.

Pero, además de orientarles cuando llegan aquí, también se trata de atraer visitantes. León, donde se pusieron en marcha los trenes AVE poco tiempo antes que en Zamora, dispone de un punto de información en plena estación de Chamartín. Los cientos de miles de viajeros que pasan por allí todos los días pueden ver en una pantalla los atractivos de la ciudad vecina, haciendo hincapié en su Semana Santa. Parece que Zamora tiene aún demasiados deberes como para permitirse el lujo de perder el tiempo en discusiones estériles.

Los ayuntamientos de Zamora, Toro, la Diputación Provincial a través del Patronato y también los de Sanabria, donde el tren dispondrá el año que viene de parada en Otero, deben trabajar a una, porque ese es el deseo de los cientos de miles de zamoranos que atisban una chispa de luz en ese oscuro túnel del que, en parte y con el esfuerzo de todos, puede sacarnos el denominado tren del futuro.