Que en Oriente Medio y en lugares donde el agua potable es escasa sea esta un arma más para enfrentarse en lugar de colaborar, y que la ONU advierta desde hace años que las próximas contiendas entre países serán por el agua en lugar del petróleo, quizás explique la declaración de guerra del partido mayoritario de la oposición en el pasado Pleno del Ayuntamiento de Zamora por el convenio para llevar agua desde la potabilizadora de la capital a Tardobispo.

Sí, porque el Partido Popular en el Ayuntamiento ha votado en contra de que puedan ser abastecidos de agua potable desde Zamora los 127 habitantes de Tardobispo, debido a que la de la zona está contaminada por sulfitos.

Y ello pese a que el alcalde de El Perdigón, al que pertenece Tardobispo, sea de su partido y que las obras para llevar el agua las pague la Junta de Castilla y León.

Algo importante se nos ha debido de pasar a los novatos en tarea de gobierno cuando un partido que ha gobernado durante tantos años en la provincia, incluido un diputado provincial, se oponen a este convenio.

Dijeron en un momento que no era de la incumbencia del Ayuntamiento de Zamora porque no es competencia de un municipio dar de beber a otro, y tiene que hacerlo la Diputación en su caso.

Pero sin necesidad de invocar a la solidaridad, hay que saber que la potabilizadora de Zamora se amplió con dinero público para este fin: abastecer a pueblos del alfoz. De la misma manera que ha pasado con la depuradora de aguas residuales. Y la Diputación no se ha opuesto, salvo el voto en contra de un diputado provincial y concejal del Ayuntamiento zamorano.

¿Qué sucede entonces? Al final, justificaron su guerra abierta con asuntos de forma, por la mala "tramitación" del expediente, que precisamente fue modificado para atender los informes de todos los técnicos municipales en un ejercicio de respeto, democracia, diálogo y acierto. Descolocados por la enmienda del alcalde, que resolvía las discrepancias entre los técnicos, siguieron haciendo alusión a un informe de un funcionario que ya había dado su acuerdo al precio del agua.

Batalla perdida, al fin, aunque quisieran ganarla como el Cid después de muerto.

En Fitur se libró otra batallita, esta vez por un "quítate que no te han llamado" al concejal de Turismo en Zamora cuando fue a hablar con las empresas del sector, y ponte ahí "en un rincón" al alcalde de Toro en la promoción de Las Edades del Hombre de esa ciudad.

Rencillas que no se merece la magna exposición, Aqva, cuyo nombre simboliza a los ríos que unen y pasan, calmando la sed, regando los campos y llevando en sus espumas palabras de amor palabras hasta el mar, que no es el morir. Sin rivalizar por protagonismos.

No es de extrañar que ante la previsible mezquindad de ciertas batallas, el Duero se haya desbordado apenas se anunció la exposición. Y se haya salido de su cauce habitual para recobrar el verdadero protagonismo del que trabaja para llevar el agua a quien la necesita, sin distinguir de instituciones ni partidos. Solo para dar de beber al sediento.

Dar posada al peregrino será quizás la próxima batalla en la competencia por el turismo.

Mientras, se anuncia en este diario lo que todos los zamoranos sabemos: que el icono de Zamora en turismo es nuestro lago, mejor dicho, el lago de todos, de Sanabria. Agua limpia, cristalina. De todos.

Porque como dijo Agustín García Calvo: libre te quiero como arroyo que brinca de peña en peña, pero no mía? agua, Aqva.