Había mucha expectación en torno a la reunión del comité federal del PSOE con la previsible investidura de Pedro Sánchez por delante y los posibles pactos con la otra izquierda, Podemos, de cara a la formación de un Gobierno progresista que, sin embargo, parece hallar sus primeros detractores en la diligencia pasada y actual socialista no dispuesta a ceder lo más mínimo en torno a la cuestión principal que separa a ambas formaciones políticas: el referéndum secesionista de Cataluña prometido por Iglesias en su campaña electoral y que ni Sánchez ni el PSOE admiten, de entrada, en ninguna de sus formas, ni siquiera la abstención de los partidos independentistas coaligados con Podemos.

La cuestión estriba en que el líder socialista, pese a la línea roja infranqueable, sigue mostrándose muy dispuesto a intentarlo y convencido parece que puede lograr el pacto con Iglesias quien tampoco disimula de ninguna manera su intención de participar como protagonista en el cambio, mientras los del fuego amigo de su mismo partido intensifican filtros y exigencias. Con lo que no se contaba es con que el candidato del PSOE es más largo de lo que pueda parecer y disparando por elevación ha conseguido un importante golpe de efecto, que puede tener consecuencias, al anunciar que someterá el acuerdo con Podemos, si se produce, a una consulta entre todos los militantes de su partido, unos 200.000, para que decidan, aunque en último caso la alianza deberá ser ratificada por el comité. Pero a ver cómo se frena en democracia la decisión de las bases que, seguramente, van a decir que sí a la alianza.

Por lo demás, ha dado a todos por el palo del gusto. Ni está de acuerdo Sánchez con la forma en la que desde Podemos se ha planteado el asunto, ni está dispuesto en modo alguno a tratar de un hipotético reparto de cargos sino, exclusivamente y como principio, a tratar de ideales, de programas -incluida la reforma de la Constitución- de justicia social, de los problemas de los ciudadanos y de cómo solucionarlos. No quiere el líder socialista que sea un mero cambio de personas sino de frentes políticos. Y para ello tiene previsto iniciar esta semana las conversaciones y negociaciones, con luz y taquígrafos, ha precisado -aunque no será tanto- y ello lo mismo con los partidos de izquierda como de derecha. No ha dejado punto por tocar y desde su entorno se ha destacado como el candidato a la investidura presidencial ha expuesto ante los mismos que ejercen misiones de tutelaje una lección de democracia y transparencia.

Lo que no ha dejado claro, nada claro, sin embargo, es si al asegurar que negociará igualmente con la derecha se refiere al PP o a Ciudadanos. Con el PP conversará pero no negociará, es lo que se cree, y no porque Rajoy haya dicho el otro día en Valladolid que Sánchez cederá y acudirá a su llamada, sino porque es lo que procede. Sigue mostrándose soberbio Rajoy, como cuando afirma que el PP no tolera ajenas imposiciones, en respuesta a la reacción de Ciudadanos que ante el escándalo de corrupción de Valencia ha vuelto a pedir la renuncia de Rajoy porque "quien no puede limpiar su casa no puede limpiar España".