Probablemente algunos contenidos de este artículo estén en consideración, dado el carácter cambiante que está teniendo la actualidad política en relación a la formación del Gobierno, teniendo en cuenta las sorprendentes decisiones que se están produciendo, como la retirada momentánea de la candidatura de Mariano Rajoy, que condiciona los tiempos y el establecimiento de las instituciones.

Esta nueva situación nos lleva a retomar y revisar algunos contenidos para analizar las estrategias que convienen a nuestro país. En este sentido no es la primera vez que Carlos Sánchez-Reyes y yo hemos polemizado públicamente en términos políticos, siempre civilizada y amistosamente. Durante una larga temporada estuvimos haciéndolo en un programa de radio, y por lo que decían, con bastante audiencia. Curiosamente estos debates ayudaron a forjar nuestra amistad. Hemos escrito juntos en algunos periódicos y he tenido el placer de presentar su último libro. En muchas ocasiones discrepamos y en otras muchas coincidíamos, como buenos demócratas. Los dos tenemos acreditada una larga trayectoria de compromisos en la construcción de nuestra Comunidad.

Resulta que, pasado el tiempo, Carlos se ubica como militante en un partido que, en determinadas perspectivas (por lo que parece), defiende posiciones de una izquierda, llamémosla, radical. Aunque estos términos sean antiguos: ellos prefieren decir "los de arriba y los de abajo", para denominar a la derecha y a la izquierda a la que yo sigo perteneciendo. El porqué de este debate y desencuentro lo motiva la petición de Podemos de una consulta de autodeterminación para Cataluña. Está claro que el origen de esta exigencia de Referéndum proviene de grupos territoriales llamados de confluencia: Compromís, En Comú, y En Marea, socios más o menos, separatistas de Podemos. Esta condición, demandada por la señora Colau, ha sido condición sine qua non, con obligaciones de difícil cumplimiento. Pues incorporan a esa exigencia la formación de grupos parlamentarios autónomos y coaligados de Podemos en el Congreso de los Diputados, para disponer de cuatro portavoces, cuatro subvenciones cuatro turnos de intervención, etc. Si como es evidente ejecutaron la carrera electoral juntos, no pueden pretender separarse inmediatamente para tener más sillas, cayendo en su propia trampa. Por otro lado las Cortes Generales (Congreso y Senado) están para resolver los problemas de los ciudadanos y no para solventar los conflictos de los partidos.

Si estas exigencias se produjeran harían improbable, o dificultarían, la posibilidad de un gobierno de cambio y de progreso. Y es que no se puede caer en la impostura de suspender las formas de actuación política y democrática, desautorizando a los "viejos" partidos , insistiendo en la regeneración de la vida política, aunque sin precisar cómo, al margen de algunos eslóganes efectistas, al tiempo que se olvidan los grandes desafíos que tendrá que afrontar el nuevo gobierno de España. Es en estos retos tan importantes donde deberemos poner todas nuestras energías: el paro, la corrupción, la desigualdad, la dependencia, la garantía de los derechos sociales, las reformas institucionales, el problema catalán, la reforma constitucional, etc.

Sigo pensando que la apelación al referéndum fue una estrategia establecida como condición prometida a los grupos de confluencia para que se unieran en la plataforma de Podemos en las elecciones. Por otro lado, sin aclarar qué clase de referéndum: consultivo, vinculante, como en Quebec, etc. No importándole reclamar un derecho inexistente en países democráticos como el llamado derecho a decidir. Los socialistas estamos de acuerdo con un referéndum, eso sí, en el que participemos todos, sobre una reforma constitucional que contemple medidas que faciliten la convivencia de todos los españoles.

Los españoles que vivimos y crecimos bajo la dictadura impulsamos un cambio histórico que se concretó en la Constitución de 1978 y nos llevó a una democracia que ha permitido, a su vez, tres décadas de libertad, crecimiento económico y progreso social. Los políticos estuvieron a la altura que se le podía exigir cuando se parte de cero.

Da la impresión de que los "nuevos partidos" no han venido para perfeccionar el sistema, sino para competir con los "viejos", desplazarlos y, en su caso, suplantarlos y sustituirlos, y eso les impone urgencias perentorias. En ocasiones, con propuestas tan peregrinas como la del señor Errejón, un republicano de la marca Podemos, que nos propone, caso de no prosperar la investidura, que el presidente del Gobierno sea una persona sin color político, elegido fuera de los partidos. Algo así, como el Rey. Y en todo caso, con el señor Iglesias como vicepresidente. Es decir: el "juego de tronos".

El PSOE no es una sociedad anónima, ni una secta, ni siquiera una iglesia; por lo tanto las decisiones políticas las toman los militantes a través de sus órganos democráticos -las asambleas, las ejecutivas, los comités- y los desarrollan las ejecutivas con el secretario general.

Creo que Carlos Sánchez-Reyes y otros muchos, queremos lo mejor para nuestro país, que respetamos democráticamente las decisiones de los ciudadanos. Por otro lado, estas y otras conversaciones las hemos tenido con frecuencia y básica coincidencia. Un abrazo.