El pueblo vacceo que existió en tiempos prerromanos es de imprecisa localización geográfica entre los historiadores. Plinio El Viejo, famoso historiador latino que vivió en los años 23 al 79 d.C. dice que las principales ciudades vacceas fueron Intercatia, Pallantia y Cauca, que inmortalizaron su nombre resistiendo y padeciendo las acometidas del ambicioso Lúculo.

Intercatia, ciudad histórica, citada por numerosos historiadores con motivo de la resistencia presentada a los romanos en el año 151 a.C., no está localizada con precisión en la geografía hispana. García Bellido, investigador, sitúa Intercatia cerca de Villanueva del Campo, hacia la conjunción de las provincias de León, Zamora y Valladolid. Juan Ledo del Pozo publicó en 1853 una monografía titulada "Historia de la Nobilísima Villa de Benavente" en la que afirma que Benavente es Intercatia. Coincide en esta misma localización don Ursicino Álvarez, que en su "Historia General de la Provincia de Zamora" considera que Benavente corresponde a la Intercatia de los vacceos.

Don Cesáreo Fernández Duro, en la "Historia de Zamora y su Provincia", y Luis Calvo Lozano afirman que la ciudad vaccea de Intercatia se situaba en un lugar cercano a la localidad de Villalpando. Konrad Miller, historiador hispanista, autor de la obra "Itineraria Romana", publicada en 1916, dice que Intercatia se encuentra en Villalpando o en los alrededores del río Valderaduey.

Lo cierto es que Intercatia sucumbió a la presión bélica de los invasores, fue destruida, abandonada, perdida y posteriormente olvidada.

Don Ursicino Álvarez, en su "Historia General de la Provincia de Zamora", narra la épica defensa de la ciudad sucedida en el siglo II a.C.: "Lucio Licinio Lúculo se dirigió contra Intercatia que se considera ser Benavente y ante ella, con sus huestes, requirió a los de dentro que se rindiesen y aceptasen la paz". Como no se confiasen los sitiados porque el romano había faltado a su palabra con los de Caucia, indignado el cónsul puso sitio a la población que se resistió largamente.

Lejos de intimidarse los cercados hacían frecuentes escaramuzas, principalmente de noche, de modo que no dejaban punto de reposo a las tropas, unido lo cual a la escasez de víveres y al rigor de la estación, se desarrolló en el campo una epidemia mortífera. De la ciudad salía un guerrero de arrogante presencia, corpulento, bien armado, manejando un soberbio corcel, que diariamente retaba a singular combate a quien quisiera medir su lanza.

Cornelio Escipión era lugarteniente de Lúculo y salió a combatir en presencia de los dos campos pendientes del espectáculo. La viveza y agilidad de Escipión vencieron la fuerza y corpulencia del intercaciano.

El cerco siguió, sin embargo, siendo rechazados los romanos cuantas veces intentaron el asalto, y como el hambre se sentía, tanto fuera como dentro, la arrogancia de Lúculo cedió para tratar las paces, sirviendo de mediador el lugarteniente Escipión. Los intercacianos hubieron de entregar diez mil sayos, que se aplicaron para vestir a los soldados romanos necesitados de ropa, y cierto número de cabezas de ganado, con lo que el codicioso Lúculo se retiró con sus tropas hacia la Lusitania para seguir acosando a los nativos.