Durante un paseo electoral por su tierra gallega, concretamente en Pontevedra, el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, recibió un fuerte puñetazo por parte de un menor de 17 años. Y digo fuerte puñetazo, por las señales que dejó en rostro y cuello el puño del agresor y porque las gafas a las que lleva pegados sus ojos el presidente del Gobierno cayeron al suelo y se hicieron trizas. Por toda respuesta, Mariano Rajoy dio ánimos a los suyos con una frase. "Sigamos trabajando", que ha repetido en la Redes Sociales a cuantos, innumerables, ciudadanos españoles le han mostrado su indignación.

Y ha sido indignante lo sucedido en la pontevedresa plaza de la Peregrina. Ignoro si la agresión fue convenientemente planificada, pero el hecho de que algunos energúmenos jalearan al violento, me hace suponer que algo se esconde detrás de lo ocurrido. Es lo que tiene la violencia verbal en campaña, que engendra violencia, precisamente entre los que quieren dejar huella, los más jóvenes, a través de hechos execrables.

Tanto mentarlo machacona e insistentemente de forma que ya resulta enfermiza, tanto colocarlo en la diana de la violencia verbal, de los gritos sin fundamento con que algunos se despachan en mítines y concentraciones electorales, que algún pirado tenía que hacer la "gracia" electoral. Pero, descuide usted, el objetivo no podía ser otro que el presidente del Gobierno. Alguno, si tiene vergüenza y conciencia debería dedicarse a meditar más allá de la jornada propicia para ello. Y pensar que las cosas se pueden hacer y sobre todo decir de otra manera, sin gestos, ademanes y palabras que no dicen nada bueno de quien se ha ejercitado a fondo en ello.

Habría mucho que hablar al respecto. He intentado mostrarme aséptica y prácticamente ajena al hecho electoral pero lo sucedido la tarde noche del miércoles ha sido la gota que colmaba el vaso. Y que ahora no vengan con las consabidas disculpas a la "corta" edad del agresor, al parecer vinculado al movimiento independentista Mocedades Galeguistas.

La agresión no tiene disculpa ni en medio de una pelea a dos o a más, pero agredir a un señor que va paseando pacíficamente con los suyos, intentando "vender" lo que todos a izquierda y derecha han venido haciendo estos días, un señor, por cierto, pacífico, que ni verbalmente ha tenido la contundencia insultona y descalificadora de otros que le han agredido en su honor, no tiene perdón. No puede haber perdón judicial para el joven agresor que sabía muy bien lo que hacía porque salió de la comisaría haciendo el signo de la victoria. No tengo ni quiero Facebook, Twitter y esas cuestiones, pero desde esta humilde ventana de papel que tengo alquilada, también muestro mi indignación por lo sucedido y doy las gracias por su aplomo al ciudadano Mariano Rajoy.