En ningún momento, dada la magnitud, se me ha ocurrido comparar, las comparaciones son odiosas, el terrible atentado de París perpetrado el viernes más negro de su historia, el 13 de noviembre, por el Daesh, con el atentado consumado en la embajada española en Kabul, capital de Afganistán, que se ha cobrado la vida de dos policías nacionales: Jorge García Tudela e Isidro Gabino San Martín. Ambos dejan viudas e hijos. Son dos familias rotas. Me puede el hecho de que el Daesh se dedique a matar a gente buena, como el profesor de guardería de París. Y me da igual que sean lobos solitarios que comandos perfectamente adiestrados, son asesinos. Y hay que combatirlos y demostrarles que ni nos amedrentan, ni doblamos la rodilla, que no van a cambiar nuestras costumbres, que somos más y que no van a poder con nosotros.

Lo sucedido en París fue horrible, sangriento, salvaje. Demasiadas víctimas para una noche oscura como pocas. Lo sucedido en la embajada española pudo haber sido más trágico todavía. Pudo haberse cobrado más vidas. Eso se pretendía. Cayeron dos servidores del orden, dos hombres que velaban por la paz y la seguridad de los habitantes de la embajada. Dos hombres que defendían los intereses de España en aquel lugar inhóspito para cualquier persona civilizada.

Lo extraño, lo verdaderamente raro es que no se haya alzado ni una sola voz diciendo lo que se dijo en los dos atentados de París consumados este mismo año, el de Charlie Hebdo y el del día 13. No he visto a progres y no tan progres, a conservadores y reaccionarios, a liberales y retrógrados, poner en sus perfiles y salir diciendo: "Yo soy Policía Nacional".

Cuán poco han corrido a gritarlo a los cuatro vientos, precisamente los que tenían que haberse apresurado a solidarizarse con este Cuerpo y a demostrar su españolidad, porque decir patriotismo en la España de los descerebrados históricos suena mal y se interpreta a su aire sin ajustarse a la verdad, a la realidad. Entre ellos muchos compañeros en la brega hablada y escrita que lo han dejado correr no sé si por desafección, si por desapego o porque les importa más un caído francés que uno español. Yo soy Policía Nacional.

Estoy enviando a todas mis amistades, el lazo negro, con el escudo de la Policía Nacional que un buen amigo mío me ha hecho llegar junto a otro lazo negro sobre la geografía nacional en rojo y gualda, que dice: "Yo soy España. Yo soy Policía Nacional". En verdad que soy ambas cosas. Y lo digo clara y abiertamente, sin reparos y sin complejos. Para la gran familia de la Policía Nacional, y sobre todo para la que habita en Zamora, mi homenaje cálido de gratitud, de afecto, de admiración, de amistad. Hoy más que nunca, repito, "Yo soy España. Yo soy Policía nacional".