En una racha triunfal, el Supremo redujo a nueve meses una sentencia que condenaba a Jaume Matas a seis años de cárcel, anuló la investigación a José Blanco porque así lo reclamaba su abogado, aplicó la misma vara de inocencia a la entonces presidenta navarra Yolanda Barcina, y sin olvidar el refrendo entusiasta a la absolución de Francisco Camps. Por tanto, en España impera la separación de poderes que reclama el PP para imputar a Artur Mas, en el sentido de que los poderes son separados del resto de los ciudadanos para acceder a la inviolabilidad. Intente comportarse como Esperanza Aguirre en un incidente de tráfico y salir con bien. Sin necesidad de tener legislada la inmunidad durante el ejercicio del cargo, los tribunales y especialmente el Supremo aplican dicha norma a rajatabla. Basta recordar la suerte corrida por Garzón, al interpretar la separación de poderes en sentido distinto al aquí reseñado. Ningún ministro del Gobierno o altísimo directivo del PP ha sido importunado por las contrastadas acusaciones de Bárcenas. Si un tesorero acusara al presidente de una empresa de los manejos que "Luis sé fuerte" endosa a Rajoy, el Derecho punitivo tendría algo que opinar. En cambio, a Artur Mas se le acusa por convocar un referéndum, en una investigación que se extiende al pago de urnas de cartón. El celo acusatorio contra soberanistas fue considerado excesivo por un fiscal general del Estado y un fiscal jefe de Cataluña, ambos apeados de sus cargos. Se confunde la dimensión penal y la histórica de un acontecimiento. Rajoy acierta al atribuir la imputación de Mas a la separación de poderes. Se ha separado del poder al presidente de Cataluña, que pasa a engrosar el contingente de las clases medias intimidadas. El ministro de Justicia habla como portavoz del tribunal, más poderes separados. El presidente afirma que "es injusto atribuirnos la imputación", bajo la pretensión solapada de que nadie olvide una atribución inevitable de la que se siente orgulloso. No está mal, como primera medida de diálogo con el Parlament independentista salido de las urnas. De nuevo, la corrupción es venial para el PP, pero ay de quien se atreva a desafiar la separación de poderes.