La primera conversación extensa que tuve con Paco Somoza incluyó unas reflexiones sobre uno de los relatos más estimulantes -realmente todos lo son- de Borges. En concreto el relato era "Pierre Menard, autor del Quijote".

Caja Rural, a través de otra de sus buenas ideas, su Fundación Científica, ha otorgado este año al arquitecto el reconocimiento como zamorano del año. Como le dije el viernes después del acto de entrega, está bien que los premios se concedan en vida y cuando el premiado aún está en condiciones y capacidad de dar lo mejor de sí mismo, profesional y personalmente.

En aquella otra conversación mantenida hace ya unos cuantos años hablábamos en realidad de la idea de Zamora que teníamos en mente. No recuerdo mayores detalles de la misma, pero es lo cierto que cuando años después Paco coordinó junto con "el gran pensador del detalle" Pedro Lucas del Teso, la magna obra de nueva urbanización del casco histórico de Zamora a la que denominamos "la recuperación del carácter perdido", no pude por menos que rememorar Pierre Menard, el hombre que trata de escribir el Quijote. No una nueva versión del Quijote, sino el mismo Quijote que Cervantes escribiera. No una copia del mismo, sino el mismo libro, para lo cual el autor primero debe convertirse en Cervantes, vivir como Cervantes vivió, pensar como Cervantes pensó hasta hacer que de su pluma surja como algo natural cada palabra, cada frase y cada capítulo del "Ingenioso Hidalgo".

Paco Somoza, bajo la alcaldía de Andrés Luis Calvo, rescribió arquitectónicamente la calle de Balborraz, premio Europa Nostra, y ese fue su mejor entrenamiento para llegar, bajo el mandato de Antonio Vázquez, a darle a Zamora la unidad histórica, estética y urbanística, quizás más ideal que real, que nuestro casco había perdido por mor del paso de los tiempos, las escaseces presupuestarias y la debilidad de los empeños conservacionistas y rehabilitadores. Como el personaje borgiano, el equipo de arquitectos repensaron la clave original del urbanismo medieval, el de la necesidad y los caminos naturales, pero a diferencia de aquel no quisieron hacer lo mismo que ya un día se había hecho, sino lo que hubieran hecho varios siglos más tarde en la misma situación los humanistas del pasado.

Porque Paco, como Rafael Moneo al que conocí por él, como Juan José Arenas o Patxi Mangado, otros grandes arquitectos con los que también compartí experiencias, es ante todo un humanista. Y como tal, ambicioso. Paco lo quiere todo, lo cual no es defecto, sino mérito, más en una provincia tan poco dada a primar el afán de superación, la ambición por hacer grandes cosas y ser cada día mejores. Algunos, no obstante tuvimos en ciertos momentos el deber y la responsabilidad de guardar unas normas y seguir unos procedimientos. Cosas que no siempre se entienden pero forman parte de las bases de nuestra convivencia. Como conversar en torno al arte o la literatura. Enhorabuena, Paco.

www.angel.macias.blogspot.com