La polémica y el enfrentamiento por la celebración del llamado Toro de la Vega, en la localidad vallisoletana de Tordesillas, se hace cada año más aguda en el fondo y más dura en las formas. Pero el espectáculo, o lo que esto sea, continúa celebrándose. Los antitaurinos, los defensores de los animales, incluso asociaciones profesionales de veterinarios, y no solo de España, se manifiestan y protestan contra una tradición cuya crueldad resulta patente e inadmisible. Pero los vecinos de la localidad y los amantes y conservadores de los ritos ancestrales, por bárbaros que estos sean, no dudan en defender lo que llegan a considerar como parte irrenunciable de su patrimonio, de su cultura, o incultura.

Cómo será este acoso y derribo del toro hasta su muerte a lanzadas que hasta el Gobierno de Franco, que no tenía que preocuparse por los votos, prohibió en la década de los sesenta y durante varios años la salvaje persecución al animal hasta darle muerte, sin que valiese para nada el hecho de que sus raíces alcanzasen más de cuatro siglos de existencia. La decisión fue tomada a raíz de un reportaje aparecido en No-Do en cuyas imágenes se podía apreciar toda la crueldad que entraña una tradición que, como otras muchas, no aporta nada positivo y mantiene de cara al mundo una imagen de la España más negra y profunda que poco tiene que ver con la realidad actual. Otra cosa pueden ser los encierros, aunque este mismo verano han costado más de una docena de vidas humanas. Y las corridas, donde los aficionados a la mal llamada fiesta nacional pueden encontrar, a veces, ambiente, valor y arte. De hecho, hay muchas personas que van a los toros pero condenan sin paliativos la barbarie de Tordesillas.

Los numerosos movimientos contra los espectáculos taurinos y en defensa de los animales acabarán imponiéndose más pronto o más tarde. Lo cierto es que los cosos no se llenan, salvo en las grandes ciudades, y que los jóvenes van poco a los toros, especialmente los residentes en ámbitos urbanos. Será difícil sostener con el paso del tiempo una España europea que pueda dar cobijo a algo tan denigrante como el Toro de la Vega. Por lo pronto, el PSOE ha asegurado públicamente que si el año próximo gobierna su partido -lo que no es nada difícil, pues cada día se perfila más una unión de izquierdas que haga posible el cambio que desea la parte mayoritaria de la sociedad- se prohibirá la celebración. Un marrón de categoría para el nuevo alcalde de la localidad, que es socialista, y que se ve entre la espada y la pared.

Buena cosa es, esperanzadora sobre todo de cara a un futuro inmediato, esta profunda concienciación que se ha instalado en el país a favor de los animales, seres vivos que, como han recordado tantas veces los veterinarios, sienten el dolor y sufren. Hasta las autoridades han tenido que refrendar en las leyes este inflexible posicionamiento social. Los tristes casos conocidos en Zamora este verano, con perros ahorcados o pillados en trampas o atados en el monte, o esa perra lapidada que ha perdido la vista, han conmocionado de verdad a muchas personas, de aquí y de fuera. Y contra esta inaceptable situación hay que colaborar solidariamente con las asociaciones protectoras Defensa Animal y Scooby y su gran labor.