Se han cumplido, desde las elecciones municipales y autonómicas del pasado mayo, los cien días de plazo que, habitualmente, se concede a los nuevos Gobiernos y equipos gestores como margen de confianza, cortesía elemental antes de iniciar la labor de control por parte de los grupos de oposición en las instituciones. Pero en la oposición, esta vez, estaba, en muchos casos, el PP, que no ha respetado para nada el plazo y que desde el primer momento se ha lanzado en picado contra quienes, por voluntad de las urnas, les han remplazado en el poder. Una reacción que era, en realidad, lo único que cabía esperar de quienes se han vuelto a mostrar como malos perdedores, cegados por la soberbia y la prepotencia.

A nivel nacional arrecian las campañas, apoyadas en tantos medios afines, contra los Gobiernos municipales de izquierda que apearon a los de Rajoy de tantos y tan importantes ayuntamientos, entre ellos el de Madrid. Cierto que en algunos casos, los nuevos equipos han sido pródigos en ofrecer motivos a sus contrarios, como ha ocurrido con los casos detectados de enchufismo a familiares y amigos. Pero hay que tener rostro para que el PP proteste por algo semejante cuando ellos tienen invadidos de semejante plaga todas las administraciones. Hablan de caos cuando el caos, en casi todos los casos, es la herencia que ellos han dejado. Es lo que ocurre en el Ayuntamiento de Zamora, donde tras 20 años de mandato municipal del PP, y muy especialmente en los últimos ocho años, no se ha hecho nada de nada, como demuestra el triste estado de la ciudad. Pero es igual, todo les vale, desde el primer día para arremeter contra el equipo de IU-PSOE que gobierna la capital. Lo que pasa es que se les nota demasiado el resentimiento.

Verdadera oposición hasta ahora, ninguna, incluso en aquellos sitios en los que todavía el PP retiene el poder, donde los partidos y grupos alineados enfrente parecen haber respetado la tregua de los cien días. Es de esperar que ahora salgan de su marasmo, por ejemplo en Castilla y León, donde el presidente Herrera ni siquiera ha contestado oficialmente a Ciudadanos, el partido que lo sostiene, cuando se ha exigido la desaparición del Consejo Consultivo, como ya se ha aprobado en la capital de España. La oposición tiene muchas cosas que denunciar, los recortes en sanidad y educación lo primero, y debe denunciarlas ya y pedir precisas explicaciones, sin tragar ruedas de molino. De esa oposición, en la que están Podemos y Ciudadanos, puede depender el cambio, aunque sea a largo fiar.

Una situación, en fin, que va a ser movida, que dependerá también de lo que suceda en las elecciones generales y que no pasa de ser una triste consecuencia más de un aluvión de mediocres políticos, politiquillos y politicastros -lo que Podemos llama la casta- muchos de los cuales dan vergüenza ajena y no solo por el grado de corrupción al que se ha llegado. Una buena labor de oposición no es solo oponerse y criticar, ni siquiera llevar a cabo un riguroso control de lo que hacen y no hacen quienes gobiernan, sino participar activa y positivamente a través de propuestas, ideas, sugerencias, mociones, proyectos, que aunque sean rechazados, que lo serán, sirvan como carta de presentación de cara al futuro.