La supuesta localización en territorio polaco de un tren nazi cargado de oro y obras de arte en el interior de un túnel que fue cegado a finales de la Segunda Guerra Mundial centra la atención de la opinión pública mundial. La situación exacta de ese cargamento aún no ha sido desvelada pero, de momento, las autoridades polacas han debido tomar medidas para contener la avalancha de cazatesoros que han acudido a Walbrzych, cerca de la frontera con la República Checa, con ánimo de participar en la búsqueda. En cualquier caso, y a expensas de su confirmación, la historia tiene todos los ingredientes de acción y misterio que requiere una novela de aventuras. Según ha trascendido, un ciudadano polaco de 85 años, Tadeus Slowikosky, recibió la información de un alemán que trabajaba en los ferrocarriles polacos después de finalizada la segunda Guerra Mundial. Y este, a su vez, la conoció por boca de un hombre, de identidad desconocida, que se la reveló en su lecho de muerte. En principio, el relato de los hechos no se diferencia mucho de otras fantasías que hayamos conocido sobre supuestos tesoros ocultos, pero el Gobierno polaco, tras una serie de comprobaciones realizadas con radares especiales, le ha otorgado credibilidad. "Personalmente -dijo el viceministro de Cultura- estoy seguro al 99 por ciento de la existencia del tren, pero por el momento no se puede verificar su contenido". El interés del Gobierno de Varsovia está perfectamente justificado por cuanto, con independencia del porcentaje que corresponda legalmente al descubridor, sería el propio Estado polaco el que acabase siendo dueño del tesoro. Hasta que llegue ese momento queda un largo camino de investigación por recorrer, ya que no es descartable que el misterioso tren de los nazis pueda contener en vez de oro y obras de arte, armas y materiales explosivos. Mientras tanto, la imaginación vuela y no faltan quienes apuntan incluso a que una de las valiosas obras de arte pudiera ser la llamada "cámara de ámbar", un habitáculo lujosamente decorado que se construyó para uso y recreo del último zar de Rusia. Una pieza única que los nazis no habrían querido que cayera en manos del Ejército Rojo. La peripecia del tren nazi supuestamente cargado de oro recuerda inevitablemente la famosa película "El tren", del director John Frankenheimer. Estrenada en 1964, e interpretada por Burt Lancaster, Paul Scofield y Jeanne Moreau, cuenta la historia de un coronel nazi al que se le encarga el traslado hacia Alemania de una colección de importantes obras de arte cuando ya los aliados estaban cerca de París. La resistencia intenta por todos los medios boicotear la operación y entre otros medios se recurre al ingenioso sistema de confundir a los alemanes cambiando los nombres de las estaciones por las que pasan. Las escenas son espectaculares y hasta Burt Lancaster hubo de hacer prácticas como maquinista para dar verosimilitud al relato. Veremos en qué queda la historia. El Congreso Judío Mundial ha advertido que reclamará las propiedades que hayan pertenecido a ciudadanos de esa religión. Y Putin podría tener algo que decir sobre la "cámara de ámbar".