Nos guste o no, para lo bueno y para lo malo, los libros son armas de combate sumamente significativas cuya influencia va más allá de lo que es la mera letra impresa. Ellos nos han permitido transformar el mundo, con ensayos de historia, de literatura, tratados de matemáticas, de ciencias, etc. Sin embargo, hay que admitir que algunos son más icónicos y referenciales que otros pero, también, algunos son peligrosos a la hora de propagar ideas o ideologías perversas contra la racionalidad y un proyecto de Humanidad compartido. Recientemente, en Alemania, se relanzaba la polémica sobre la conveniencia o no de reeditar el "Mein Kampf". ¿La obra que consagró la ideología del nazismo y abrió las puertas del infierno?

Aunque la gran paradoja del nazismo es que fuera un partido antiintelectual, lo cierto es que necesitó de sus propias teorías para constituir una especie de corpus dogmático que pudiera definir su ideología. Otra cosa es que el nazismo no era más que un ideario incorpóreo, dictaminado por el magisterio del führer y la interpretación que hicieron sus acólitos de su visión racial del mundo. Pero el "Mein Kampf", es, hoy algo así como el anillo de poder de "El señor de los anillos", mientras siga existiendo, se cree que la posibilidad de que Sauron-Hitler reencarnado se haga corpóreo de nuevo. Sin embargo, no es así.

Ahora bien, los libros, también, han representado, en su lado positivo, una amenaza para las dictaduras y fanatismo, de ahí que se crearan listas negras para perseguir a autores prohibidos, ya fuera por ser judíos, pacifistas o humanistas. Los regímenes autoritarios siempre dan un paso en la misma dirección como es crear un poderoso y rígido aparato de censura. El control de las ideas es esencial para anular cualquier crítica o alternativa a su visión cerrada y excluyente de la sociedad. No son capaces de aceptar ni reconocer que haya otra forma de pensar que no sea la suya, añadiendo una gota de fría inhumanidad a su intento de control social. De hecho, las sociedades libres y democráticas se confrontan, desde la necesidad de respetar las libertades que ampara y protege, con este enemigo que pretende subvertir su autoridad. El mundo que nos rige está lleno de contradicciones (esta es una de ellas) pero ahí es donde debemos poner el acento: evitar que estas sean lo suficientemente grandes para crear fracturas sociales. Convencer y no imponer. Un libro por sí mismo no puede destruir la racionalidad humana si no se le suma otra serie de factores.

En el caso del nazismo, el nacionalismo, la crisis de los años 30, la personalidad de Hitler, sustituto de la figura del monarca como padre de todos los alemanes, la pérdida de valores morales (culpando a los judíos) y la perversión del Estado de derecho, son algunos de ellos. Sin embargo, la propagación y fortaleza del nazismo no fue provocada porque los alemanes se sintieran fascinados por el "Mein Kampf", sino por la eficaz explotación que hizo el nazismo de la propaganda de masas, apelando a los miedos y desvelos ciudadanos. Fue un partido en el que la demagogia alcanzó un arte sin parangón mientras que las formaciones tradicionales no fueron capaces de adaptarse (al no dominar la escenografía del cine ni la cacofonía de la radio). Hitler ni tan siquiera se molestó en revisar el programa nazi (de 1919) ni las tesis que defendió, pero su partido pasó de las sombras del anonimato al protagonismo más absoluto. Sus intenciones estuvieron claras desde su inicio: la construcción de un Reich milenario racialmente puro. Pero no son los libros sino las personas las que hacen que una idea sea potencialmente peligrosa. Los alemanes no tenían intención de embarcarse en otra guerra mundial, y Hitler habló de la paz, pero una vez engañados fueron arrastrados a ella. Y como buenos ciudadanos obedecieron a su presidente. Con la guerra el nazismo acabó por rematar su faena de anular la conciencia y embrutecer a la sociedad alemana y europea implicándola en una guerra de exterminio. Las intenciones de Hitler sobre Europa y su ambición de crear un Reich alemán quedaron, por tanto, bien recogidas en el "Mein Kampf", al igual que su odio y desprecio por los judíos y todos aquellos pueblos o personas que no compartieran sus ideales.

Por ello, el problema fue que los alemanes no leyeron con atención sus líneas (de hecho, la historiografía ha puesto de relieve cómo Hitler falsificó su propia biografía) y, al final, seducidos por la recuperación económica o los primeros triunfos relámpagos en la guerra, creyeron en sus promesas, no porque fueran, en su mayoría, nazis convencidos o furiosos antisemitas. Así que, en la actualidad, es necesario que comprendamos no tanto la ideología nazi, que también, sino el cobarde y temible proceder de las sociedades cuando se nos arrebata nuestra conciencia. De ahí que, esa es mi opinión, la única manera que tienen los alemanes (y los europeos) de saber si han superado el miedo a repetir lo ocurrido es enfrentándose al pasado? el "Mein Kampf" debe servirnos de contraejemplo, para analizar sus engaños y exorcizar sus fantasmas. Y aunque Sauron no es un personaje real, sino inventando por la fértil imaginación de Tolkien, y Hitler sí lo fue, el mal que este encarna no es una abstracción sino real, inherente al género humano. Pues los males sociales (estos y tantos otros) son posibles cuando confundimos lo ideal con la realidad, la inconsciencia con la humanidad y el fanatismo con la verdad. De ahí que la única manera de no adentrarnos en la oscuridad es pensar en los efectos que tienen nuestras decisiones? No obstante, aunque no podemos desdeñar el valor perverso que cobra el "Mein Kampf" tampoco debemos sobredimensionarlo porque eso significaría que no estamos seguros de nuestra capacidad de impedir que el nazismo reviva. Hitler está muerto pero eso no quiere decir que no haya otros Hitler ni otros fanatismos igual de terribles. Aprender implica comprender, por duro que esto sea.