"La comida es escasa, todos los días arroz y pasta fríos o crudos o podridos. Si cae al suelo, vuelve al plato: por eso tiene tierra y cristales. El pan, un día es del día, y los tres siguientes, duro. La leche, en polvo, que es agua con sabor a lejía. Cucarachas nadando en el café y encima los guardas permiten a los presos responsables vender la comida. No hay higiene en el reparto y huele a podrido. En el comedor, hay peleas en la cola provocadas por los guardas, que no ponen orden y se ríen de nosotros. Las duchas huelen a pis y están llenas de hongos, ya que nunca se limpian. No dan kits de aseo, ni hay lavandería de ropa personal. Se lavan 30 mantas al mes y somos casi 400 en el ala, no dan nada para limpiar las celdas, ni escoba ni lejía. Nada. Tras el último brote de sarna, con más de 10 casos, han dejado los colchones en un rincón del patio y metido cuatro días en cuarentena a los enfermos, y esos colchones se los darán a otros presos. Por eso siempre hay algún caso de sarna, tuberculosis contagiada por los propios guardas. No te dan asistencia médica hasta que casi no hay remedio".

El relato anterior no procede de "El Expreso de Medianoche", el libro autobiográfico de Bill Hayes en el que describía la pesadilla vivida en las cárceles turcas de los setenta. Es solo una parte de la carta remitida a LA NUEVA ESPAÑA, del mismo grupo editorial de LA OPINIÓN - EL CORREO DE ZAMORA por un recluso español, Daniel Sanz Fernández, en la que denuncia las terribles condiciones de la prisión de Lisboa y pide que se saque a los presos españoles de un penal donde "todos los presos van armados y no hay cámaras de vigilancia".

Y es que, "en la celda hay diversos tipos de armas: ventanas de 12 cristales dobles que puedes romper y el guarda ni se entera, y son cuchillos. Además, los lavabos y el retrete que se pueden arrancar y rotos cortan como láminas, y pletinas que se arrancan de una patada".

Lo que ha impulsado a este reo a escribir su relato es reivindicar la memoria de un compañero de infortunio, el sevillano Manuel Rodríguez Colorado, "Lolo", que según afirma fue asesinado en la prisión lisboeta por su compañero de celda, un caboverdiano, el 10 de marzo de 2015, quince días antes de que fuese conducido a juicio.

La muerte de "Lolo", amigo de la infancia de Sanz, se produjo en la celda 76. Estaba en régimen preventivo por tráfico de drogas, "sin pruebas, ya que era inocente de los cargos, ni era traficante ni se drogaba". Desde una semana antes de su muerte, había estado pidiendo su traslado de celda. "Lolo" fue encontrado en la celda, boca abajo, sin síntomas de lucha, con la tráquea rota. El caboverdiano, asegura este preso, arrancó una tubería y se autolesionó cortándose el cuello. Los funcionarios "declararon a los canales de televisión y prensa que fue un ajuste de cuentas entre un traficante y un asesino por supuestas deudas de droga".

La carta continúa con otras muestras de las terribles condiciones de los presos: falta de higiene (arañas, garrapatas, cucarachas, hongos), abandono por parte de las autoridades consulares, desprotección frente a los presos más violentos... "Llevo más de un año pidiendo el traslado y nada. Y eso que tengo derecho a pagar mi condena en mi país", asegura. "Solo vengo a pedir que se cierre este establecimiento, se limpie el nombre de "Lolo" y se nos saque de aquí a los españoles", finaliza el preso.