El Mercado de Abastos de Zamora afronta uno de los retos más importantes de su historia: frenar su declive y diseñar un modelo de negocio que le permita sobrevivir. El cambio de los hábitos de consumo, el envejecimiento de los industriales, la obsolescencia de las instalaciones y la ausencia de una política decidida a enderezar su rumbo son las amenazas de un centro comercial que ha perdido ya un importante volumen de clientes y que acumula más de cuarenta puestos cerrados. Aunque complejo, el desafío no es nuevo para el emblemático edificio que el arquitecto benaventano Segundo Viloria diseñó en 1903 para reunir los mercados de las verduras, la carne o el pan diseminados por la ciudad en un solo espacio que procurara una mayor higiene y seguridad alimentaria a la actividad. Décadas después de su estreno, el inmueble fue sometido a una remodelación interna y añadió en el exterior la actual marquesina destinada al comercio de verduras y hortalizas.

El proyecto de Viloria, el más importante de su brillante trayectoria profesional, fue de tal envergadura que el Mercado de Abastos se convirtió pronto en un icono de la ciudad. La utilización del hierro en una estructura diáfana que procuraba sombra para la conservación de los alimentos, la colocación de dos grandes ventanales en forma de abanico que garantizaría la luz natural cuando la eléctrica daba sus primeros pasos y la suma de elementos artísticos que mezclaban estilos diversos han hecho que su valor arquitectónico permanezca indemne más de un siglo después.

A lo largo de esta larga centuria, el Mercado de Abastos no solo ha servido a los zamoranos alimentos de máxima calidad, extraídos de las huertas y ganaderías de la provincia. También se ha convertido en un espacio de reunión social, un centro de relación entre comerciantes y clientes una generación tras otra. Frente a las nuevas tendencias de consumo, el valor antropológico generado en el antiguo emplazamiento de la iglesia de San Salvador de la Vid tampoco es desdeñable.

Sin embargo, la progresiva jubilación de los industriales y los problemas en la renovación de licencias han avanzado al calor de un trasvase de la clientela a otros puntos de la ciudad. Pese a quedarse fuera de los proyectos que recibirán el llamado "1% cultural", el Mercado debe luchar, no solo por una profunda modernización de las instalaciones, sino también por sumar atractivos que devuelvan a los consumidores a sus pasillos.

Los atractivos ejemplos de los mercados madrileños de San Miguel o San Antón pueden servir como inspiración, pero no como un modelo cerrado. Estudiosos locales, como Rafael García Lozano, advierten del riesgo de cambiar el modelo tradicional de servicio a todos los zamoranos por otro de alto "standing", centrado en bolsillos más exclusivos. La advertencia concierta con el denominado "comercio de proximidad" que reivindica el nuevo alcalde, Francisco Guarido.

Desde esta óptica, el modelo de negocio de Zamora debería acercarse más a La Boquería de Barcelona, un atractivo centro comercial que combina el servicio de productos frescos al estilo tradicional con la oferta de bares de tapas y establecimientos de otros productos pensados en los visitantes, bajo el paraguas de un sugerente diseño arquitectónico. El Mercado de Abastos no puede ser ajeno ni al incipiente tirón de los "gastrobares" en todo el país, ni al encanto que un edificio de estilo ecléctico integrado en la ruta por el legado modernista de la ciudad supone para los turistas. Posibilidades que precisan, no obstante, de un horario de apertura que haga compatible su uso tradicional con los hábitos de los visitantes, centrados en el fin de semana.

Los valores que representa el Mercado conciertan igualmente con las necesidades de promoción de la provincia, personalizadas en los esfuerzos que en los últimos años han realizado la Diputación y el Patronato de Turismo por difundir los valores de los productos autóctonos y la gastronomía tradicional. Las repetidas campañas de Valladolid, Madrid y Oporto han recorrido ya un importante camino en el impulso de las figuras de calidad incluidas en la marca "Alimentos de Zamora". La divulgación de los garbanzos de Fuentesaúco, el queso, la ternera de Aliste o los vinos de las tres denominaciones de origen se ha visto premiada con el traslado a La Aldehuela del Consejo Regulador del Lechazo de Castilla y León, gesto que hace justicia al liderazgo provincial en la producción de ovino.

Si el espíritu fundacional de este espacio se basó en reunir todos los abastos de la ciudad en un solo lugar bajo un concepto innovador y arriesgado para la época, las instituciones, los industriales y emprendedores con ideas atractivas deben apostar por este centro como un escaparate de privilegio para mostrar la excelencia de los productos zamoranos. La normalización en la concesión de licencias y la remodelación del inmueble -para la que el Ayuntamiento pide la colaboración de la Junta de Castilla y León y de la Unión Europea- tienen que ir acompañadas de una estrategia que permita desarrollar un modelo más acorde al inicio del siglo XXI. El impulso del espacio con ideas creativas y novedosas debe estar a la altura del desafío que hace más de una centuria afrontó el arquitecto Segundo Viloria para convertir el Mercado de Abastos en un atractivo en sí mismo.