El teatro de Alejandro Casona es esencialmente poético y tremendamente discutido, sesgos de ideologías opuestas.

Mauro Armiño nos dice que debió de servirle de poco al autor que, agasajado y asumido por la crítica oficial, comprobaba el rechazo de la joven crítica que había impulsado a la generación dramática posterior a Casona, a dramaturgos como Antonio Buero Vallejo y Alfonso Sastre, cabezas visibles del mejor teatro vivo representado, en las décadas posteriores de la contienda civil.

"Nuestra Natacha" tiene un claro fondo doctrinal: la reforma pedagógica española anclada en métodos anticuados que tenían por base el autoritarismo y la dureza; para ello Casona construye una pieza idílica -tan idílica que en el tercer acto nos encontramos a todos los protagonistas en una comuna campestre haciendo vida geórgica, con trigos sembrados, por sus propias manos, harina molida también por ellos y pan cocido en horno rústico-.

Probablemente sea la obra más revolucionaria y combativa de Casona, y también la más alegre y esperanzada, testimonio de una juventud que fue destruida para siempre durante los tres años de la cruenta guerra civil española, siendo concebida como un homenaje a los participantes en las Misiones Pedagógicas y el Teatro del Pueblo (A. López Alonso: Teatro del Pueblo de Casona y La Barraca de Lorca).

No hay ni una gota de escapismo en "Nuestra Natacha" sino una sincera denuncia social sobre los reformatorios, la coeducación, la función de la universidad, y un compromiso social de la juventud.

Natacha tuvo una clara referencia en la vida real, que Javier Alonso identifica -entre otros autores-, con Nataly Utray, miembro del Coro y del Teatro del Pueblo de Misiones Pedagógicas.

Al estallar la Guerra Civil, se incorporó al cuerpo de enfermeras del Ejército Republicano, casándose con Leopoldo Fabra, compañero del Teatro del Pueblo, en 1945 y muy probablemente la referencia del personaje Lalo, de la historia que nos cuenta.

La obra consta de tres actos: el primero se desarrolla en una residencia de estudiantes al uso de la época. El segundo, en el reformatorio de las Damas Azules, de una dureza extrema educacional y que la protagonista se esfuerza en eliminar, circunstancia que le cuesta la expulsión del citado centro. El tercer acto, en una granja, hecho señalado más arriba, con sus perfiles tan peculiares.

Me interesa recalcar aquí el paralelismo existente entre "Nuestra Natacha" y "Los niños del coro", la película de Christophe Barretier, puesto de relieve por Rodríguez Gutiérrez, quien nos dice literalmente: "Son dos obras representativas de lo que hemos denominado fábulas pedagógicas, es decir, historias que ponen en escena modelos educativos contrapuestos y que nos han servido como base para elaborar una propuesta didáctica para universitarios de Magisterio". Los actores del Teatro del Pueblo de Trefacio llevan desde el 1 de agosto metidos en cada ensayo en el personaje que han de representar el próximo día 15, sábado.

Y en el gozo de esta esperanza vivimos días inolvidables.