E scalofriante, pavoroso, terrorífico y más ha sido el parricidio cometido en la localidad gallega de Moraña. No quiero ni pensar, no quiero ni imaginar el momento en el que, radial en mano, David Oubel, el mal llamado padre, degolló a sus dos hijas, Amaia y Candela de 4 y 9 años. Todo apunta a una venganza contra su expareja, de la que se divorció hace tres años. Aprovechando su turno de visitas, puesto que tenían establecido el régimen de custodia compartida y el mal llamado padre llevaba ya quince días con las niñas, en su afán de hacer daño a su mujer, optó por acabar con sus incipientes vidas.

Cuando hay situaciones de violencia por medio, la custodia compartida no es siempre aplicable. Pero dígaselo usted a los jueces. La estadística no miente y dice bien a las claras que, en los últimos diez años, veintiséis niños han sido asesinados por sus padres en el régimen de visitas, como ahora ha ocurrido en Moraña. Las autoridades judiciales tienen que ser más escrupulosas con esta situación y si sobre algunos de los dos progenitores recae la más mínima sospecha, deben actuar en consecuencia. Los niños son seres vulnerables sobre los que hay que ejercer toda la protección y los cuidados que su propia vulnerabilidad demandan. No se les puede dejar en manos de un mal nacido por mucho que sea el padre o la madre, estoy recordando el caso de Asunta Basterra, de unas criaturas que, unas veces son tratadas como monedas de cambio y otras como objetos de venganza, como en este horrible caso que debe poner a la sociedad en situación de alerta.

Para el asesino se quiere pedir la prisión permanente revisable, sobre la que algunos han puesto el grito en el cielo. Pensemos, ¿qué menos para quien es un monstruo comparable al de Amstetten, Josef Fritzl, o puede que peor? A ver si es que ahora, la vida de dos niñas o de una sola o de cualquier ser humano inocente no vale nada y su asesino puede entrar y salir impunemente de la cárcel en cuestión de poco tiempo y en base a los beneficios penitenciarios que puede conseguir con una perfecta estrategia. Además, el parricida es un ser violento que ya intentó asfixiar a la médico que se negó a darle una baja laboral. Con antecedentes así, hay que tener mucho cuidado a la hora de conceder la custodia compartida a seres tan brutales. El parricida ha dejado muchas víctimas tras de sí. Las niñas, sin duda alguna, pero también su exmujer, los propios padres del energúmeno, la familia y los amigos, si es que semejante exaltado era capaz de cultivar la amistad. Su asesinato no puede salirle gratis. Puede que semejante mala bestia sea el primer acusado en enfrentarse a la prisión permanente revisable. Al fiscal del caso no le ha temblado la voz al pedirla con firmeza para el parricida de Moraña.