Era de temer que las altas temperaturas y la sequía pudiesen traer aparejadas este verano las voraces llamas de los incendios forestales de los que nunca se libra Zamora pese a todas las medidas preventivas y de extinción que se tienen tomadas desde la Junta de Castilla y León, unos años con menos fortuna que otros. Y este verano mal se ha empezado con el gran incendio de Aliste, que ha afectado a varios términos de La Raya y que ha calcinado alrededor de mil hectáreas de monte bajo y pino originando importantes pérdidas económicas y medioambientales que hace que las autoridades locales de los municipios afectados pidan la declaración de zona catastrófica. Pues, realmente, una catástrofe ha sido, aunque por suerte no se hayan producido desgracias personales.

Pero los hechos, tal y como se han producido, han motivado también el malestar y la polémica entre las vecindades que han sufrido un fuego que dos días después de iniciarse la semana pasada parecía extinguido y luego no fue así reavivándose con gran intensidad. Mientras algún alcalde cree que pudo haberse hecho más y con más medios, lo que hubiera evitado la reactivación una vez que el incendio se dio por apagado -y ahora ya como definitivamente extinguido-, otros piensan que los efectivos dispuestos han hecho todo lo posible evitando que la zona quedase devastada. Por su parte, la población llegó a pasar miedo por lo que reiteran a la Junta la necesidad de adoptar medidas fijas de protección, a base de cortafuegos, para los núcleos urbanos más cercanos a los puntos de riesgo.

Se apunta oficialmente como posible causa del fuego a una empacadora que realizaba faenas agrícolas en tierras de cultivo de Latedo, próxima a los montes y pinares, si bien con posterioridad se apreciaron otros diversos focos debidos tal vez a la rápida propagación originada por las condiciones meteorológicas. Por su parte, la consejería de Medio Ambiente se defiende, frente a las acusaciones surgidas, recalcando el gran despliegue efectuado en la lucha contra el fuego durante seis jornadas de duro trabajo en el que participaron activamente centenar y medio de personas: bomberos, técnicos, cuadrillas de tierra y unidades de intervención y helitransportadas, aparte del uso de helicópteros y aviones contra incendios, autobombas, bulldozer y cuanta maquinaria fue precisa en cada momento para detener el avance de las llamas.

Seguramente, todos tengan su parte de razón en las apreciaciones, influidas por el impacto que supone enfrentarse a un incendio de tales características. Pero la huelga ya indefinida que han iniciado los bomberos de la Brif, las brigadas especializadas contra incendios forestales, porque el Ministerio de Agricultura no atiende para nada sus viejas reivindicaciones laborales y profesionales, debiera hacer reflexionar a las autoridades sobre la situación y el peligro que la misma encierra. Estos bomberos, dependientes de una empresa pública del citado Ministerio, y a los que ni siquiera se reconoce su categoría, se juegan la vida por 900 euros al mes, más tres euros de prima diaria por incendio sofocado.