Vuelve a estar de plena actualidad Cataluña. El gran problema del sueño del independentismo de aquella región de España. Y más que lo va estar, sobre todo en cuanto pase este verano de terrible calor hasta la fecha, pues para el 27 de septiembre, como se sabe, hay convocadas elecciones autonómicas según el Gobierno de la nación, elecciones asamblearias según los secesionistas.

Y como quiera que, naturalmente, tanto los de Convergencia -ya sin Unión- con el peripatético Mas a la cabeza, como los de Ezquerra Republicana, los otros grandes valedores del soberanismo, dan por sentado que los catalanes quieren salir de España y de Europa, sin admitir siquiera la posibilidad, más que probable, de que el resultado electoral demuestre justo lo contrario, ya tienen dispuesto el programa con todos los pasos necesarios para continuar el proceso hacia la independencia.

De seis a ocho meses, no más, desde que se celebren los comicios autonómicos, nos dan los separatistas al resto de los españoles, incluidos los catalanes, para que nos vayamos haciendo a la idea de que cogen la puerta y se van. Al corralito de los bancos es donde irían en principio al quedarse fuera del euro y de la UE. Porque pasado ese plazo, Cataluña, en manos de estos mesías de guardarropía, declararía de forma unilateral, pero inequívoca según ellos, su condición de país fuera de España.

Ya tienen su famosa lista única, tras muchas horas de intensas negociaciones entre todos los partidos y colectivos secesionistas. En cuyos primeros puestos, finalmente, no irán políticos en activo, sino personas pertenecientes a la sociedad civil y fuerzas sociales. Pero solo eso, en los puestos primeros, pues después y ocupando el número cuatro irá ya Mas, seguido de Oriol Junquera. Como líder de la lista de coalición ha habido consenso en nombrar a un exeurodiputado de un grupo de izquierdas, un tal Raúl Romeva, con el que a partir de ahora habrá que contar.

Lo tienen todo dispuesto, pues, por lo que parece y cómo será la cosa, que puede ser a la postre la tumba definitiva del Gobierno, que hasta Rajoy ha reaccionado, que ya es. Tampoco demasiado que de sobra se sabe que es hombre tranquilo. Pero aun así ha dicho que no habrá independencia de Cataluña y que el Estado está absolutamente preparado para hacer cumplir la ley, algo que el presidente garantiza a los españoles, lo que se agradece aunque ya podría haberlo asegurado mucho antes y explicando como. Pero, bueno, Rajoy precisa que el Estado actuará en cuanto se convoquen las elecciones que solo podrán ser autonómicas, ha recalcado, y no otra cosa distinta.

Luego se ha puesto a dar las lecciones de siempre, sobre todo a Podemos: que los gobernantes tienen que ser responsables, sensatos y prudentes y actuar con moderación y sentido común. Vuelve a echarse una mano a sí mismo, lo que debilita y hace rancio su discurso y su consabida postura. Aunque algo tendrá que hacer ante el desafío catalán, tan arrogante, largo y audaz. Lo hará, claro, en más o menos, de una u otra forma, porque el PP, con las generales por delante, se juega en ese envite el ser o no ser.