El periodista y escritor Juan Cruz ha contado alguna vez el origen de la frase: "Cuando teníamos las respuestas nos cambiaron las preguntas", que se ha puesto de moda en los últimos años y aparece en mil sitios, bien y mal citada, por cierto. El primero que utilizó la expresión, al parecer, fue el poeta ecuatoriano Jorge Enríquez Adoum, que la leyó en forma de inscripción en la calle y le contó el hallazgo al gran Mario Benedetti que hizo de ella un tuit universal, que ha circulado y circula por mil rincones.

Bueno pues, guardando las distancias, la frasecita de marras podían también utilizarla con cierto predicamento los productores de leche de vaca. Cuando habían adaptado sus explotaciones al sistema de cuotas lecheras, se habían hipotecada para comprar los cupos y fijado una producción anual que tenía garantizada la compra por parte de la industria, llegan los de la Comisión Europea y cambian el sistema. Toma ya.

A los amos del atado y bien atado les ha dado un ataque de liberalismo y hala, ancha es Castilla, que cada uno haga de su capa un sayo y el que más chifle capador. Claro, no tuvieron en cuenta -¿o sí?, seguro que sí- que la ganadería española depende mucho de los forrajes y aquí -por el clima- son más caros que en los países del Norte de Europa. En vez de establecer primero una leche tipo, con unos parámetros mínimos de calidad y después todo lo demás, pues empezaron por el resto y ahora miles de granjas lácteas están al borde del precipicio o en caída libre.

¿Qué ha pasado? Pues lo que tenía que pasar. Las industrias, con un panorama claramente favorable a sus intereses, han empezado a marcar territorio y a fijar condiciones y que los precios en origen han caído por debajo de la rentabilidad. Un desastre que tiene en carne viva al sector.