La composición del nuevo Gobierno autonómico revela, más allá de las cuestiones paritarias o del reparto de funciones y competencias diseñado por Herrera, la figura emergente en el Ejecutivo de la excaldesa de Zamora Rosa Valdeón. Estaba en todas las quinielas nominalistas y su designación como vicepresidenta no ha extrañado a casi nadie, a poco que uno se fijara en los gestos y comentarios del renovado presidente. Es una de las personas fuertes del nuevo Gabinete. Valdeón suma a ese cargo de "número dos" otras responsabilidades no menores, como la del Empleo, que se disgrega del área de Economía, y la nada cómoda labor de ejercer de portavoz del Ejecutivo, en un momento en el que los desafíos de la comunidad exigen una actitud reivindicativa con Madrid y un consenso parlamentario en clave regional del que tampoco puede abstraerse.

A la zamorana no le ha caído, precisamente, el premio gordo. Su cargo de vicepresidenta no es un caramelo dulce sin más. Porque, una vez despojado del envoltorio, lo que hay realmente ya es menos sabroso: la coordinación de las políticas de empleo, la responsabilidad de la acción social y la interlocución del Diálogo Social. Casi nada. Le toca bailar con los agentes económicos, la patronal y los sindicatos, y esta tarea tampoco es baladí. Suficiente carga ejecutiva como para afirmar, sin caer en el error, que la encomienda es un premio sin precio alguno. De hecho, creo que el encargo es de tal magnitud que el grado de acierto en su gestión determinará finalmente las opciones reales de, llegado el caso, sustituir a Herrera en lo más alto del Colegio de la Asunción.

Tampoco hay que olvidar que, junto a Rosa Valdeón, se mantiene como hombre fuerte José Antonio de Santiago-Juárez. Sigue al frente de la Consejería de Presidencia y de él va a seguir dependiendo el funcionamiento interno y político. Es el jefe de personal de una poderosa Administración al asumir la Función Pública y, por tanto, la responsabilidad del cumplimiento de los acuerdos en materia laboral por encima, incluso, de las normas básicas estatales.

Y no me parece descabellado tampoco situar como tercera persona fuerte del entorno de Herrera al palentino Carlos Fernández Carriedo. Y no solo porque vaya a ser el eslabón necesario entre el Ejecutivo y la acción parlamentaria en el hemiciclo, sino porque su talante dialogante le faculta para ser la persona idónea en la coordinación de la política autonómica con el resto de los grupos políticos representados en la Cámara, entre los que no hay que olvidar a los cinco procuradores de Ciudadanos que, con su abstención, permitieron la investidura de Juan Vicente Herrera.