Las pasadas elecciones municipales y autonómicas han confirmado que los ciudadanos quieren un cambio de rumbo político que satisfaga sus necesidades básicas, presentes y futuras, de una forma eficiente. Aunque han dicho "basta" al bipartidismo y han perdido el miedo a votar a otros partidos, el panorama creado tras las elecciones es ilusionante y al mismo tiempo está cargado de dudas e incertidumbres.

Con la nueva política de pactos que han surgido tras los últimos comicios, y hasta que la ley electoral no sea otra, son los concejales en nuestros ayuntamientos los que bajo las directrices marcadas por los dirigentes de los partidos tienen la posibilidad de solventar la incoherencia aritmética que surge tras el reparto de concejales según la Ley D'Hont que deja la mayoría al amparo de las consiguientes negociaciones entre los elegidos. En muchos casos, queremos entender que no son triquiñuelas entre los mismos concejales para obtener el poder, sino formas democráticas de intentar gobernar de una forma diferente al que estaba, pero que si no se explican adecuadamente pueden condicionar de forma negativa la política municipal y producir fracturas sociales de consecuencias imprevisibles.

La voluntad popular sigue estando en manos de los aparatos de los partidos que primero crean sus listas electorales, vistiéndolas con más o menos democracia interna, y después, en función de los resultados obtenidos, pactan sus estrategias de Gobierno, con la formación política que consideren, sin contar con los votantes que les dieron su confianza.

No me vale que para aplacar la mala conciencia por la decisión adoptada a espaldas de los votantes, se convoquen asambleas de fieles que respaldan incondicional y lícitamente a sus líderes en las decisiones tomadas, pero que en ningún caso responden a la voluntad de la generalidad de sus electores.

El clima poselectoral, que estamos viviendo en Benavente, en Zamora y en la Región Leonesa en general, no me gusta nada y tengo que decir que la regeneración de la vida pública que esperábamos no se debe convertir en un simple intercambio de siglas, de concejalías y de ascenso al poder. Queremos alcaldes y concejales libres de ataduras judiciales que puedan condicionar negativamente la política municipal, queremos que se cumpla estrictamente los programas electorales, queremos que el debate político se centre en la creación de empleo y en la mejora de las condiciones de vida de los ciudadanos y que no volvamos a oír los reproches de las malas gestiones anteriores, aunque entiendo que es necesario, de forma sosegada, limpiar debajo de las alfombras para que la mala gestión no se vuelva a reproducir. Queremos servidores públicos intachables, que no vean en la política un modo de sustento personal con sueldos que no sean concordantes con la realidad municipal. A la política municipal se llega de forma voluntaria y a nadie se le obliga ejercer un cargo público.

Cuando veo que la izquierda da sus votos a la derecha y cuando la derecha ofrece a la izquierda pactos de Gobierno, quizá estemos, y no lo sepamos valorar, en el ocaso de las ideologías, sustituyendo la política basada en las ideas por otra que tiene su fundamento en la gestión del día a día, por esto es necesario hacer una reflexión seria de los resultados electorales, de los pactos poselectorales, limpiar con valentía las estructuras inmovilistas de los partidos e impulsar una reforma de la ley electoral que refuerce la participación ciudadana, con listas abiertas, con segundas vueltas que afiancen la estabilidad de los Gobiernos municipales; una ley que se adapte más a la realidad demandada por los electores y dé más representatividad a las pequeñas formaciones en función del número de votos.

Sería ingenuo por mi parte pensar que la confianza en las instituciones únicamente dependa de la reforma de la ley electoral, pero por algún sitio hay que empezar; el inmovilismo solo beneficia a los grandes. Creo sinceramente que el final del bipartidismo está cerca y que los ciudadanos hemos dado un paso muy importante para que los errores del pasado no se vuelvan a repetir. Consideraré que la regeneración democrática se ha conseguido cuando los gobernantes gobiernen para todos y no solo para la mayoría.

(*) Exconcejal del

Ayuntamiento de Benavente y presidente de UPL